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      La globalización: En época de crisis ambiental

       

       
       
      Forum de Comercio Internacional - No. 1/2010 
       

      Nuestro mundo es insostenible tal como funciona actualmente. Nuestra incipiente recuperación macroeconómica es muy frágil y será insostenible a menos que tengamos lo que prometimos que tendríamos pero que aún no tenemos: una recuperación verde. Si no incorporamos estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático en nuestras políticas macroeconómicas ni siquiera podremos gestionar una recuperación macroeconómica a corto plazo.

      La humanidad afronta una crisis espantosa y creciente. El desarrollo sostenible es el reto fundamental del mundo de hoy: cómo combinar el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental, incluida la mitigación del cambio climático inducido por el hombre.

      Avances tecnológicos del pasado -como la movilización de combustibles fósiles y los aumentos espectaculares de la producción de alimentos, gracias a mejores técnicas de reproducción vegetal- elevaron nuestros niveles de vida e impusieron al medio ambiente efectos colaterales, imprevistos e indeseados. Todas las soluciones tecnológicas son imperfectas. Debemos ser ágiles en ajustarnos a las consecuencias inesperadas, en lugar de renunciar a los beneficios de las tecnologías avanzadas.

      El "antropoceno" - Era geológica del planeta causada por el hombre

      El premio Nobel Paul Crutzen, uno de los tres estudiosos de la atmósfera que descubrieron el efecto destructor de los clorofluorocarbonos (CFC) en el ozono, acuñó el término "antropoceno" para referirse al actual período de la historia de la Tierra. Con esta nueva palabra, que en griego significa "era del hombre", Crutzen quiere decir que la humanidad alteró gravemente muchos sistemas críticos del planeta; debe saber lo que dice ya que también contribuyó a descubrir cómo la humanidad había sobrepasado accidentalmente el proceso natural de creación del ozono en la estratosfera debido al uso de CFC. Paradójicamente, el efecto de destrucción del ozono ni siquiera se sospechaba a principios de la década de 1970, cuando ya estaba bastante avanzado.

      Sin duda alguna, nos quedan muchas más sorpresas por descubrir, o aprender duramente, porque tal vez desconozcamos algunos daños graves que la humanidad está infligiendo al planeta. El tamaño de la población humana -6.800 millones de personas- y la escala de la actividad económica -$EE.UU. 10.000 de producción por persona- son tan enormes que la interferencia antropogénica (resultante de la actividad humana) en los sistemas naturales de la Tierra es descomunal y aún muy poco entendida.

      Hoy, la humanidad demanda tantos alimentos, incluido los granos para el ganado, que en total se está apropiando directa o indirectamente de un 40 por ciento de la fotosíntesis del planeta. Estamos incautando la fotosíntesis en nuestras tierras de cultivo y nuestras praderas, y la hemos eliminado de los lugares donde están nuestros edificios, nuestras calles y otras estructuras construidas por el hombre.

      Con tanta fotosíntesis incautada por la humanidad, no es sorprendente que otras especies dispongan de muchos menos alimentos y hábitats. Así pues, nuestros enormes apetitos están causando drásticas reducciones de especies e incluso la extinción de la flora y la fauna de las que dependemos. En todo el mundo están desapareciendo polinizadores, especies enteras de anfibios y poblaciones de peces.

      También interferimos fundamentalmente en el ciclo hidrológico mediante la construcción excesiva de represas en los ríos e impidiendo que muchos de los más grandes lleguen al mar. Una parte importante del agua subterránea usada para regar en todo el mundo se descarga más rápido de lo que se recarga. La capa freática está disminuyendo notablemente en la India, la China y zonas de Estados Unidos.

      Nuestros glaciares se retraen. En las montañas, algunas precipitaciones ya no se convierten en nieve debido al calentamiento y eso implica que en invierno haya escorrentía de agua en lugar de reservas de nieve que se funde en primavera y verano. De ahí que esa escorrentía tenga lugar antes que los cultivos puedan crecer.

      Ahora, para producir alimentos, los seres humanos ponemos con fertilizantes químicos más nitrógeno en la tierra del que fijan naturalmente los normales procesos biológicos y físicos. Esta copiosa deposición de nitrógeno contribuye a la emisión de óxido nitroso en la atmósfera, gases a efecto invernadero (GEI), y a la masiva descarga de nitrógeno en los ríos. Por consiguiente, el nitrógeno se acumula como nutriente en las desembocaduras de los grandes ríos, causando eutroficación y después hipoxia -zonas muertas- en más de 100 estuarios del mundo. Estamos acabando con uno de los ecosistemas más importantes y productivos de la Tierra.

      Los efectos climáticos del CO2

      Huelga decir que también hemos aumentado de un tercio la concentración de carbono en la atmósfera, pasando de unas 280 partes por millón de CO2 en la era preindustrial a unas 389 partes por millón en la actualidad. Y el dióxido de carbono, por supuesto, es el principal gas de efecto invernadero, la principal causa antropogénica del cambio climático y el principal motivo de acidificación de los océanos. El Dr. James Hansen, colega mío en la Universidad de Columbia y principal científico experto del clima en el Gobierno estadounidense, afirma que ya hemos entrado en esa zona peligrosa de lo que en la CMNUCC se denominan "interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático".

      Gran parte del CO2 emitido a la atmósfera hoy en día permanecerá allí durante siglos, causando un cambio climático que también afectará a las futuras generaciones durante siglos, a menos que aprendamos a invertir el aumento de CO2 mediante procesos deliberados. Más aún, a medida que vayamos reduciendo la contaminación del aire, es probable que eliminemos partículas de polución que actualmente enmascaran parte de los GEI. Paradójicamente, una menor contaminación -necesaria para la salud humana- podría exponernos a un ulterior estallido del cambio climático.

      El cambio climático conllevará más sequías, más inundaciones, pérdidas de agua de riego, lluvias más intensas, huracanes más devastadores y mucho más, por supuesto, con un alto grado de variación en todo el globo. También es probable que el aumento de las temperaturas cause el deterioro del rendimiento de las cosechas en muchos lugares, sobre todo en los trópicos, debido al estrés térmico.

      Lo que acabo de describir sucedería incluso si detuviéramos el ulterior crecimiento económico y estabilizáramos la magnitud de los efectos antropogénicos. Pero el crecimiento económico está destinado a persistir debido a los ingresos más altos de los países en desarrollo y la población en aumento.

      Supongamos que el mundo rico se quedara donde está en términos de PNB per cápita y que con el correr del tiempo, el mundo en desarrollo le alcanzara (como ocurre con los mercados emergentes). ¿Qué implicaría para el total de la producción mundial? Con $EE.UU. 40.000 per cápita en el mundo rico y una media de ingresos mundiales de $EE.UU. 10.000 per cápita, ese alcance redundaría en un aumento del cuádruple del PNB mundial, suponiendo que la población no aumentara.

      Población, actividad económica y tecnología 

      Pero la población mundial también está en aumento y llegará a unos 9.200 millones de personas en 2050, es decir, un 40 por ciento más, según la previsión "media" de la ONU. Si combinamos ese aumento de la población con la cuadruplicación de los ingresos mundiales per cápita, ¡habría casi una sextuplicación de la producción mundial! Ahora bien, actualmente, la producción económica ya es insostenible desde el punto de vista ambiental. ¿Cómo lograría el mundo aumentar seis veces los ingresos mundiales?

      Una posibilidad es que la economía global dejara de crecer. Los resultados podrían ser desastrosos si diversas regiones sufrieran un marcado descenso de su nivel de vida.

      Otra forma de combinar crecimiento económico y sostenibilidad reside en el cambio tecnológico. Consideremos la famosa ecuación IPAT: I = P x A x T, en la cual, I representa el impacto total de la humanidad en el medio ambiente, P la población mundial, A el nivel de actividad económica y T la medición de la media del impacto ambiental de la tecnología. Si aumentan la población (P) y los ingresos per cápita (A), el impacto ambiental (I) también aumentará a menos que T descienda, lo que implicaría reducir el impacto ambiental de nuestros sistemas tecnológicos.

      Obviamente, deberíamos redoblar esfuerzos para estabilizar la población. Aquellos países con un rápido crecimiento demográfico pueden controlarlo en poco tiempo mediante la reducción voluntaria de la natalidad. La tasa de fecundidad (cinco o seis hijos por mujer en muchas zonas rurales de África) podría disparar el crecimiento demográfico del África subsahariana cuya población pasaría de 800 millones a unos 1.700 millones en 2050. África sufriría enormemente. Ni la economía ni el medio ambiente podrían soportar ese tamaño de población.

      Los medios clave para reducir la natalidad son bien conocidos; la planificación familiar y los anticonceptivos deberían estar al alcance de todos los hogares. Las niñas deberían poder seguir asistiendo a la escuela, en lugar de ser obligadas a casarse a edades tempranas. Las mujeres deberían poder optar por familias menos numerosas. Y es preciso reducir la mortalidad infantil, de manera que las familias sepan con muy alta probabilidad que sus hijos sobrevivirán, lo cual les dará confianza para aceptar familias menos numerosas.

      Ahora bien, estabilizar la población no será suficiente. También es preciso reducir la T. Sencillamente no podemos seguir adelante con los motores de combustión interna, las centrales de carbón y los métodos actuales de cultivo y consumo de alimentos. El planeta no aceptará un gran aumento de los ingresos mundiales con las tecnologías de hoy.

      ¿Qué nuevas tecnologías hacen falta? Cuando nos fijamos en las emisiones de GEI, el mayor sector emisor es la agricultura. Tenemos que reducir y luego invertir la deforestación, usar los fertilizantes con mayor precisión y adoptar otras medidas para reducir dichos gases en la agricultura. Los otros sectores importantes en términos de emisiones son la generación de energía, el transporte, la industria y la construcción.

      Alternativas para la producción de energía

      Tendremos que disponer de una variedad de métodos de bajo carbono para producir electricidad. Una categoría alentadora es la energía renovable (eólica, solar y geotérmica) otra, la energía nuclear, pero necesitaremos salvaguardas rigurosas para garantizar que los combustibles nucleares estén bien protegidos.

      Otro método promisorio es aquel de la captura y el secuestro de carbono: el uso seguro de combustibles fósiles recogiendo el dióxido de carbono de la combustión y almacenándolo bajo tierra en seguras fosas geológicas.

      Las decisiones relativas a la aplicación de estos métodos alternativos son sociales antes bien que meramente comerciales. En mercados y sociedades debemos elegir juntos las opciones. Tenemos que cooperar para lograr grandes cambios en la tecnología.

      Hablar del problema no lo resuelve. La adopción de fuentes de energía alternativas de bajo carbono puede acelerarse gravando las emisiones, subvencionando la energía limpia, o bien, aplicando esas dos medidas. Los impuestos directos sobre el carbono son mucho más fáciles de gestionar que los complicados sistemas de fijación de límites máximos e intercambio de derechos de emisión.

      Hay que estimular ideas creativas y solucionar los problemas a escala global, no limitarse a las negociaciones

      Un cambio tecnológico masivo exige una compleja serie de políticas: investigación y desarrollo (IyD), proyectos de demostración, reglamentaciones, tarifas de alimentación, subsidios para consumidores de tecnologías de baja emisión, impuestos al carbono y otras medidas. Necesitamos un enfoque sistemático del cambio tecnológico, no simplemente un par de herramientas políticas.

      La manera en que estructuramos las negociaciones globales sobre el clima no es útil. El reto del cambio climático es el problema técnico, económico y social más complejo al que la humanidad se haya enfrentado jamás. Tenemos que resolver juntos el problema y considerar qué hacer respecto a la energía solar, la energía nuclear, los vehículos eléctricos, la agricultura sostenible, etc. También deberíamos diseñar proyectos de demostración globales y mayores esfuerzos internacionales de IyD, así como abordar las soluciones sector por sector. Recién entonces empezaríamos a ir a algún lado.

      Necesitamos un nuevo tipo de proceso que no sólo incluya diplomáticos, sino también ingenieros, científicos e hidrólogos. Entre otros, la secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático debe contar con un cuerpo técnico permanente que presente opciones y estimaciones de costos de estrategias alternativas.

      Por último, permítanme recalcar una vez más que urge hacer progresos. La Tierra está bajo un estrés sin precedente. No tenemos tiempo que perder. Y a la hora de actuar, siempre tendremos que considerar las necesidades primordiales de los más pobres de los pobres. Millones de ellos mueren cada año de desnutrición crónica, enfermedades prevenibles y curables, consumo de agua contaminada y peligros naturales por carecer de infraestructura adecuada. Resumiendo, millones de personas mueren cada año debido a su pobreza y nuestra negligencia, y el cambio climático (causado en forma desproporcionada por el mundo rico) empeorará las cosas hasta que actuemos con decisión.

      En definitiva, necesitamos una cooperación global. Tenemos que tener presentes las apuestas comunes a toda la humanidad. Tenemos que recordar las elocuentes palabras con que John F. Kennedy llamaba a sus compatriotas a ser valientes en la búsqueda de la paz:

      "Entonces, no seamos ciegos a nuestras diferencias. Dirijamos la atención a nuestros intereses comunes y a la manera en que esas diferencias pueden zanjarse. Y si ahora no podemos poner fin a nuestras diferencias, al menos contribuiremos a hacer del mundo un lugar seguro para la diversidad. Porque, en última instancia, nuestro vínculo común más básico es que todos nosotros habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos acariciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales."

      Versión editada de la 14ª Cátedra Raúl Prebisch dictada durante el 56.º período de sesiones de la Junta de Comercio y Desarrollo de la UNCTAD, Ginebra, 15 de septiembre de 2009. 


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