Empleo e iniciativa empresarial
Patricia Francis, Directora Ejecutiva, ITC
abril 01, 2013
La iniciativa empresarial ha sido siempre una cualidad inherente al ser humano. Mientras que, para nuestros ancestros, era necesaria para sobrevivir y enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza, hoy en día se encuentra más vinculada a la creación de nuevos productos y servicios que dan forma a la vida de las personas a través de la innovación tecnológica y económica.
Dicha innovación, así como los negocios empresariales que surgen a partir de ella, continúan siendo el motor de la creación de nuevas oportunidades de trabajo en todo el mundo. Y a pesar de que el fracaso suele formar parte de toda iniciativa empresarial, ésta sigue impulsando a la sociedad hacia adelante gracias a la determinación, la innovación y el optimismo incesante de cada individuo.
Tomemos el ejemplo de Isambard Kingdom Brunel, el ingeniero británico del siglo XIX, padre del transporte público tal y como lo conocemos hoy en día. Ya sea en el Reino Unido, India o México, sus ideas siguen siendo, en la actualidad, las responsables de millones de trabajos y prosperidad económica en todo el mundo. Pensemos también en Bill Gates, el fundador de Microsoft, o en Steve Jobs, el fundador de Apple. ¿Qué hubiera sido del sector de los servicios o el de la tecnología de la información sin su visión y determinación?
Con todo, no conviene olvidar que existen empresarios en todas las capas de la sociedad y en cada una de las naciones del mundo: en las favelas de Brasil, en los pueblos indios o en los garajes de Finlandia. Tal y como apunta Brad Feld en la página 13, ‘las start-ups pueden florecer en cualquier sitio y ... cada ciudad necesita una comunidad start-up’. Por supuesto que la necesitan, y aunque quizás no logren tener el éxito y la fama de los ejemplos que ya hemos mencionado, todos estos empresarios actúan como catalizadores para crear puestos de trabajo alrededor del mundo. Puede que se trate del dueño de un hotel en uno de los destinos turísticos de Laos (pág. 30), un ingeniero en TI en Bangladesh (pág. 29) o un productor de mango en Senegal (pág. 35). Y aunque ello no sea el centro de atención de su actividad diaria, todos ellos tienen algo en común: han emprendido todos los pasos necesarios para participar en las cadenas de valor mundiales.
Si se hace más hincapié en el desarrollo de capacidades y el apoyo institucional para responder a las necesidades del mercado, así como en un mejor acceso a la financiación por parte de las PYME, es posible aumentar las exportaciones y las oportunidades de obtener ingresos para todos los empresarios, incluidas las mujeres, quienes representan una fuente de negocios y empleo todavía sin explotar. Las economías del mundo pueden ganar miles de millones de dólares a través de una mayor productividad y actividad económica si incluyen a las mujeres en el mundo laboral.
Es importante resaltar que ‘ayuda’ no es lo que necesitan los empresarios y las compañías con las que trabajamos. Lo que ellos buscan verdaderamente es garantizar que tanto sus ideas como sus productos se adecuan correctamente a las tendencias y las necesidades del mercado, al mismo tiempo que cumplen la calidad y las normas necesarias para poder competir de una manera eficaz. Esto último es esencial para permitir que desarrollen negocios viables, sostenibles y capaces de contribuir al bienestar general de sus comunidades. Ello constituye el objetivo principal de la misión del ITC.
Si bien el apoyo que recibimos por parte de nuestros donantes y asociados hace más sencilla nuestra labor, nada sería posible sin la determinación de cada una de las personas (y de sus negocios) con las que trabajamos en el terreno. Dicha determinación se refleja en la vida de miles de millones de personas, y es la que crea las oportunidades de empleo necesarias para favorecer el crecimiento económico.