A medida que el mundo desarrollado se fue sumiendo en la crisis económica, hubo una marejada de pánico y desesperación en gobiernos e instituciones financieras del mundo entero. Datos contradictorios subrayan el hecho de que nadie conoce realmente el alcance de las consecuencias.A su vez, la incertidumbre de inversores y consumidores redundó en una contracción generalizada de la demanda; una disminución del comercio mundial por primera vez en 60 años; un desplome de la inversión extranjera directa; una caída de los precios de productos básicos, una contracción de remesas y una falta de financiación del comercio.De hecho, la vida ha cambiado para todos nosotros. En el ITC, nuestro mandato sigue siendo ayudar a empresas de países en desarrollo -y a quienes les apoyan a través de instituciones de apoyo al comercio tanto nacionales como regionales- no sólo a sobrevivir a la crisis actual, sino también a labrarse un futuro mejor.