Inicialmente propuesta a comienzos de los años 1990 por las organizaciones ecologistas no gubernamentales, la certificación se ha convertido en un eficaz medio de gestión forestal, ya que ofrece incentivos económicos a los productores de madera que utilizan métodos sostenibles. Para éstos, se trata de mejorar su acceso a los mercados que pagan suplementos de precios por los productos certificados, y también de lograr una ventaja sobre los competidores. Por su parte, los principales compradores de madera del mundo están adoptando rápidamente políticas favorables a la certificación de los productos de madera. Pero todavía quedan algunos problemas por resolver antes de que la certificación alcance una eficacia suficiente como instrumento de promoción.
Bosques en peligro
Las superficies forestales de los países en desarrollo aportan considerables beneficios económicos, sociales, ecológicos e incluso climáticos, principalmente gracias a la extensión paulatina de las plantaciones. Lo difícil es conseguir un equilibrio sostenible entre estos beneficios, y entre sus costos respectivos.
Los métodos más corrientes de explotación de la tierra y los recursos, sumados a la presión demográfica, han provocado la destrucción de los bosques a un ritmo anual que en los años 1990 fue de 13,7 millones de hectáreas en los países en desarrollo. Algunos países de África y Asia han perdido hasta el 70% de sus superficies forestales en los últimos 20 años. Esta situación ha suscitado una gran inquietud por la degradación de los ecosistemas forestales y la pérdida de biodiversidad.
Esta tendencia podrá invertirse sólo si las poblaciones locales ponen sus conocimientos al servicio de la gestión de sus recursos, de forma sostenible, a condición de que reciban una mayor proporción del rendimiento comercial de los productos forestales. En muchos países en desarrollo, los litigios sobre la propiedad de las tierras forestales siguen entorpeciendo la modernización del manejo forestal.
Aunque la certificación y el etiquetado por sí solos no bastan para impulsar la gestión forestal sostenible, sí pueden favorecerla. Estas prácticas rigen sobre todo en el comercio internacional, que capta entre el 15% y el 20% de la producción total de rollizos. En el último decenio, a pesar del terreno ganado por la certificación y del aumento de la base de aprovisionamiento, la proporción de bosques certificados en todo el mundo no ha superado el 2%. Pero la influencia de la certificación es mayor que lo que indican estas cifras, dado que también se ha extendido a las prácticas de gestión forestal en zonas no certificadas. Sin embargo, la aplicación efectiva de políticas estatales sigue siendo el principal medio para evitar el agotamiento de estos recursos.
Vender la sostenibilidad
Hoy, la certificación y el etiquetado se han consolidado, ya que se practican en cas todos los grandes mercados internacionales. Sus repercusiones para el sector productor en su conjunto son, en cambio, inciertas. Por una parte, algunos mercados son evidentemente más sensibles a los criterios ecológicos. En segundo lugar, son muy pocos los países productores de madera que dependen considerablemente de los mercados de exportación. En tercer lugar, la certificación se ha extendido por ahora casi exclusivamente en los países del hemisferio norte, y no en las regiones tropicales a las que se destinaba en un principio. Por último, muchos países en desarrollo carecen todavía de los recursos financieros, institucionales y humanos para ponerla en práctica.
Certificar ayuda a crecer
A pesar de las incertidumbres del mercado, los programas nacionales de certificación se han multiplicado, y las zonas certificadas no han dejado de aumentar desde mediados de los años 1990. Se conocen 25 programas en todo el mundo, con un total de 80 millones de hectáreas de bosques certificados. En los Estados Unidos, por ejemplo, se han certificado cerca de 22 millones de hectáreas. También se han certificado varios millones de hectáreas en Canadá, Finlandia, Noruega y Suecia. Las dos zonas tropicales certificadas más grandes se encuentran en Bolivia y Brasil, con más de 1 millón de hectáreas cada una.
La Organización Africana de la Madera ha impulsado una iniciativa regional que tiene por fin crear un sistema común de certificación en el continente. El Sistema Europeo de Certificación Forestal (PEFC) comprende las mayores superficies forestales certificadas hasta el día de hoy (32 millones de hectáreas, inclusive 22 millones en Finlandia), y ha creado un marco para el reconocimiento mutuo entre los distintos sistemas nacionales de certificación. El Consejo de Administración de Bosques (FSC), organismo pionero de la certificación basada en el rendimiento, ha aprobado cerca de 21 millones de hectáreas en todo el mundo.
Los intermediarios comerciales, en particular los almacenes "Do-it-yourself" de Europa Occidental ("Hágalo usted mismo": venden artículos para armar en casa o para hacer reparaciones sin ayuda exterior), han sido un catalizador esencial del movimiento de certificación. Desde los inicios del decenio de 1990, algunos grupos de compradores apoyados por el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) acordaron comprar y vender al detalle productos de madera. Los grupos de compradores suelen seguir las orientaciones del FSC, dado que esta organización internacional sin fines lucrativos, fundada en 1993, estableció las primeras normativas sobre certificación para el sector de la madera.
Dudas sobre la demanda
Las condiciones de la demanda de productos de madera certificada son inciertas y mal conocidas. Un reciente estudio realizado en el Reino Unido da a entender que esta demanda específica está más influenciada por los almacenes de tipo "Hágalo usted mismo" (HUM) que por los propios consumidores, quienes siguen dando a la calidad y el precio una mayor importancia que a la sostenibilidad ambiental. Otros estudios han mostrado que muy pocos consumidores están dispuestos a pagar los precios más caros de los productos de madera certificada. Como es lógico, las industrias forestales temen que los beneficios generados por la certificación no basten para cubrir los costos adicionales.
¿Qué productos están certificados?
Ha sido más fácil certificar los productos de coníferas que los de especies frondosas. En el segmento de las coníferas hay más grupos empresariales, de mayor tamaño, que comercializan un número más reducido de especies procedentes de bosques de ecología menos compleja.
Las especies frondosas tropicales son un caso aparte, pues resulta muy difícil asegurar un suministro ininterrumpido de maderas certificadas, de calidad uniforme y en volúmenes comercialmente viables. Esto se debe principalmente a que las fuentes de aprovisionamiento están muy fragmentadas. Los litigios de propiedad son otro motivo de complejidad, que eleva el costo de la certificación.
Las maderas de plantación, como las del árbol del caucho y el eucalipto, se han convertido en las primeras frondosas certificadas que conquistan partes de mercado significativas. Hoy, sus productos se encuentran en los principales almacenes de HUM y de materiales de construcción: estanterías de eucalipto, tableros de madera colada y laminada, muebles de jardín, revestimientos, suelos y otros artículos afines. La madera del árbol del caucho suele destinarse a productos de gran valor, como muebles finos, utensilios de cocina y artículos de decoración.
En los últimos años, la base de abastecimiento de los productos de madera certificada ha aumentado. Según el FSC, en la actualidad se venden unos 20.000 artículos hechos de maderas y otros productos forestales certificados, por una cifra de negocios anual de unos US$ 1.000 millones.
El reconocimiento mutuo
En medio de tanto programa de certificación, sólo los consumidores mejor informados logran escoger adecuadamente entre los distintos certificados y etiquetas.
Dadas las diferencias entre las zonas ecológicas y las condiciones económicas de todo el mundo, es muy poco probable que se llegue a adoptar un único sistema de certificación. Si no pueden adherirse a alguno de los sistemas existentes, los países en desarrollo adoptarán probablemente mecanismos de certificación propios.
En realidad, es indispensable que exista un marco internacional para reconocer los distintos sistemas de certificación más adecuados al mercado. Al no haber formas de reconocimiento mutuo, podrían darse prácticas comerciales discriminatorias en perjuicio de productos de madera certificados por sistemas diferentes o que procedan de ciertas regiones ecológicas.
El reconocimiento recíproco de los sistemas de certificación es un problema aún no resuelto, a pesar de los esfuerzos recientes de la comunidad internacional. Además de las facilidades obvias del reconocimiento entre los distintos sistemas, se podría llegar a la utilización de marcas comerciales y etiquetados comunes. El acceso a los mercados se ampliaría enormemente para los proveedores de productos certificados. Los consumidores se beneficiarían de la mayor claridad de la información sobre los productos, al disminuir el fraude publicitario.
La Confederation of European Paper Industries (CEPI) ha preparado una matriz comparativa de sistemas de certificación. La International Forest Industry Roundtable (IFIR) propuso un marco para el reconocimiento mutuo, centrado en la concertación de acuerdos recíprocos por los que los sistemas de certificación existentes aceptan las distintas normativas y procedimientos compatibles.
La certificación y el etiquetado de productos de madera deben ser compatibles con las normas comerciales internacionales. Si una certificación determinada da lugar a distorsiones y a un trato comercial injusto, deberá ser denunciada ante la OMC como obstáculo técnico. Para disipar estos temores, manifestados sobre todo por los países en desarrollo, la FAO, la OIMT y el Organismo Alemán de Cooperación Técnica (GTZ) organizaron en febrero de 2001 un seminario con el fin de ganar la confianza de estos países en los sistemas de certificación.
Jukka Tissari, Oficial de Desarrollo de Mercados del CCI ().
¿Qué aportes puede hacer el CCI en materia de certificación?
- Llevar a cabo estudios de fondo sobre la oferta y la demanda de productos de madera certificada y su estructura de precios.
- Contribuir a la promoción genérica de los productos de madera certificada que exportan los países en desarrollo, relacionándola con la promoción de la gestión forestal sostenible.
- Preparar programas de certificación adaptados a las necesidades de empresas innovadoras.
- Contribuir al desarrollo de instituciones y capacidades (organismos de normalización, servicios nacionales de acreditación y otras entidades afines).
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