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Reserva de Iwokrama: Un ejemplo de biodiversidad sostenible
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Forum de Comercio Internacional - No. 1-2/2008

Los makushi de Iwokrama practican la pesca tradicional. En Iwokrama, coexisten la vida tradicional y el mundo moderno.
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© Simon Rawles

Una tribu índigena de la selva tropical de guyana mancomunó esfuerzos con científicos y empresarios para demostrar que mantener viva su selva vale más que talarla

El arquero Boyes gira rápidamente y señala el tucán de pico rojo posado en la copa de un árbol. Permanece en silencio, y luego, tras un breve lapso, inclina la cabeza. ‘Una parte de mí se entristece cuando veo a estas magníficas aves. Son criaturas vulnerables y durante muchos años no he sido amable con ellas.’

No hace mucho tiempo, este amerindio guyanés de 35 años atrapaba pájaros exóticos para venderlos por unos cuantos dólares a turistas sin escrúpulos. Era dinero fácil para un hombre joven sin otros medios de subsistencia. Hoy en día, Boyes continúa viviendo del tucán, y otras especies raras de la selva tropical guyanesa, pero para contribuir a la conservación de la fauna en peligro y su hábitat.

La transformación de Boyes se debe a un curioso experimento en pleno corazón guyanés. La tribu makushi, a la que pertenece, mancomunó esfuerzos con empresarios internacionales y destacados científicos en una apuesta para salvar esta inmensa y prístina selva tropical. Algunos estudiosos del medio ambiente lo consideran uno de los programas de gestión forestal sostenible más importantes del planeta.

El proyecto está dirigido por el Centro Internacional de Iwokrama (IIC por su sigla en inglés), organización autónoma para la conservación de la selva tropical y desarrollo cuya sede central se encuentra en un claro de la selva rodeada por la espesa canopia y serpenteantes riachuelos. La reserva de Iwokrama aloja a algunas de las especies de aves y otros animales más raras del mundo. Durante el día, tucanes, cotorras y extrañas golondrinas colorean el cielo. Por la noche, la sobrecogedora llamada de los monos aulladores atraviesa la oscuridad.

Destacados científicos y consultores de gestión de todos los rincones del globo trabajan aquí codo a codo con la población indígena que atesora siglos de valiosos conocimientos sobre la selva y su biodiversidad. Juntos están desarrollando ecoservicios que conjugan conocimientos ancestrales con ciencia de punta y experiencia empresarial.

El objetivo es lograr que la selva sea rentable gracias al ecoturismo, la propiedad intelectual y la recolección sostenible de madera. Paralelamente, se proponen proteger la biodiversidad de la selva tropical y ofrecer medios de subsistencia, instalaciones sanitarias y recursos educativos a las comunidades locales.

Dane Gobin, Director del IIC, afirma que ‘Iwokrama actúa como un agente entre las comunidades locales que poseen los conocimientos tradicionales y el sector privado que dispone de capital, conocimientos de marketing y experiencia comercial. Más de una vez, esta relación privilegió al sector privado pero, ahora, se pretende lograr la sostenibilidad de los recursos y compartir los beneficios por igual’.

Victor Aying, jefe de un poblado que trabaja para el IIC y es instructor del programa de gestión, afirma: ‘Iwokrama nos enseñó una manera mejor de ganarnos la vida a partir de nuestros recursos naturales. Si podemos sacarles provecho de un modo saludable, no hay por qué destruirlos.’

Fred Allicock, anciano del poblado, descansa sobre los peldaños de su gran casa de madera acurrucada en las rodantes colinas de la sabana al borde de la selva. Según él, ‘el pueblo makushi acepta que el mundo está cambiando. La selva nos ha mantenido durante siglos, es nuestro supermercado, nuestro banco, nuestra farmacia. Todo lo que necesitamos lo obtenemos de la selva: cazamos, aprovechamos los árboles para sacar madera, los frutos para hacer medicinas y las enredaderas para hacer arcos y flechas con los que ayudarnos a conseguir nuestro alimento. Pero para sobrevivir, y salvaguardar nuestro modo de vida tradicional, debemos adaptarnos y modernizarnos. Eso sí, a nuestro ritmo.’

Samantha James, científica y trabajadora social del IIC, nos dice que lo moderno y lo tradicional pueden coexistir: ‘Los mismos que saben encontrar, acechar y matar a un animal, cocinarlo y ahumarlo para que se conserve, mañana por la mañana acudirán a su trabajo aseados y bien vestidos, encenderán el ordenador, abrirán el correo electrónico y trabajarán en programas de investigación. Oirán a gente de aquí hablar de gestión cooperativa, desarrollo sostenible y reparto de ganancias. Vengan un sábado de mañana y los verán pescando en el río con habilidades indígenas tradicionales que se aprenden a lo largo de la vida. Es sorprendente.’

Los expertos dicen que es mucho lo que depende del resultado de Iwokrama. El propio concepto de desarrollo sostenible, la idea de que el sistema de apoyo a la vida en la tierra puede sobrevivir al mundo moderno, se verá corroborado o no en función del programa de Iwokrama, afirma Gobin. ‘El objetivo del IIC es ganarse su propio sustento para sustituir la financiación de donantes por ingresos obtenidos de su quehacer sostenible. Si fracasamos, la selva dejará de ser zona protegida y habrá quien argumente que el desarrollo sostenible es un mito. Si tenemos éxito, demostraremos que la gestión sostenible de la selva funciona.’


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