El 15 de diciembre de 1993, al cabo de siete años de laboriosas negociaciones, la adopción oficial del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) previsto por la Ronda Uruguay fue acogida con alivio por los funcionarios de los países desarrollados y países en desarrollo, indistintamente. Los miembros más ricos del GATT (que en 1995 se convertiría en la Organización Mundial del Comercio, OMC) vieron la posibilidad de colocar más bienes y servicios en los mercados emergentes cuando éstos suprimiesen los obstáculos que habían protegido sus economías durante décadas. Los países en desarrollo, o al menos sus gobernantes y negociadores, confiaban en que, a cambio del desmantelamiento del sistema de subsidios y apoyos estatales que les había permitido crear y extender sus industrias nacionales, sus productos se beneficiarían de la rápida apertura de los lucrativos mercados de las economías más avanzadas.
Pero esa esperanza comenzó a disiparse en cuanto se secó la tinta del Acta Final de la Ronda Uruguay, firmada en Marrakech en abril de 1994. Cuando los directivos de empresa de Asia, África y América Latina conocieron los detalles de lo que algunos de sus dirigentes y los negociadores nacionales habían aceptado, la inquietud inicial se convirtió en ira. “¿Por qué se comprometieron a reestructurar tan pronto?”, fue el reproche más repetido en todo el mundo en desarrollo. “Ustedes nunca nos dijeron lo que querían de la Ronda”, respondieron los gobiernos. “Y ustedes nunca nos consultaron. Jamás supimos lo que los negociadores estaban haciendo”, replicaron las empresas. “Pues bien”, dijeron los gobiernos “trataremos de ver si es posible modificar los acuerdos”.
Fue así como surgió la “cuestión de la aplicación” (en síntesis, la batalla por la renegociación de los textos de la Ronda Uruguay, que parecían inscritos en granito). Una década más tarde, esta cuestión sigue complicando la acción de la OMC y las relaciones entre sus miembros más ricos y más pobres.
Cooperación con el sector empresarial
Gracias a su experiencia, el CCI fue una de las primeras entidades que percibió los problemas que amenazaban en el ámbito internacional. En el marco del seguimiento de la Ronda Uruguay, el CCI inició en 1995 una serie de actividades encaminadas a lograr que el sector empresarial de los países en desarrollo comprendiera el alcance práctico de los acuerdos y las nuevas reglas comerciales, de alto contenido técnico. Conjuntamente con la Secretaría del Commonwealth, publicó la Guía para la Comunidad Empresarial: Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, en español, francés e inglés, que fue adaptada a otras diez lenguas por asociados nacionales. El CCI ha seguido facilitando regularmente información por medio de publicaciones que explican a las empresas las repercusiones de los distintos acuerdos de la OMC. Además, los expertos del CCI han recorrido el mundo organizando encuentros para examinar el significado de los acuerdos de la Ronda junto con dirigentes empresariales y funcionarios estatales a cargo de cuestiones comerciales.Compensar la falta de diálogo
Pronto fue evidente que esto no bastaba. La Ronda Uruguay preveía el inicio de una nueva serie de negociaciones en el siglo XXI a fin de ampliar algunos de los acuerdos de 1994, en particular en los servicios y la agricultura. Las potencias comerciales insistían en que estas negociaciones se incorporasen a una nueva “ronda” de carácter exhaustivo, y que se incluyese una nueva reducción de los aranceles para los bienes manufacturados. ¿Qué se podía hacer para evitar la repetición de los errores del pasado? Era obvio que había que superar la falta de un diálogo efectivo entre el sector empresarial y las autoridades en muchos países en desarrollo, así como en las economías en transición surgidas del sistema comunista de Europa Central y Oriental. Pero para asegurar que tal diálogo redundase en beneficio del conjunto de las economías nacionales, las empresas tenían que comenzar por superar las rivalidades sectoriales y unir fuerzas, de manera que, al negociar, sus gobiernos conociesen y tomasen en cuenta sus opiniones sobre la formulación de los nuevos acuerdos comerciales. El CCI incluyó entre sus prioridades el concepto de “defensa de los intereses empresariales en las negociaciones comerciales”.Según Peter Naray, Asesor Principal del CCI en Sistema Mundial de Comercio que ha tenido un papel determinante en la difusión de las cuestiones de la OMC entre los empresarios, “en más de la mitad del mundo, los intereses de las empresas no están suficientemente integrados en las plataformas nacionales de negociación comercial. Puede ocurrir que los gobiernos acepten normas comerciales en cuyo marco sus propias empresas tal vez no puedan operar. La defensa bien fundamentada, focalizada y oportuna de sus intereses comerciales puede ayudar a los países en desarrollo a concertar acuerdos provechosos.”
En julio de 1999, el CCI inauguró el programa World Tr@de Net, con financiación de los Gobiernos de Alemania, India, Noruega, Reino Unido, Suecia y Suiza. Se trataba de reunir – tanto a nivel nacional como regional – a funcionarios gubernamentales, empresas, abogados comerciales, consultores y otras personas, como profesores universitarios, economistas e incluso periodistas especializados, para poner en común sus experiencias con respecto a los temas de la OMC. El objetivo era la creación de redes no oficiales y sostenibles para el intercambio de ideas e información, que sirvieran de foro para las opiniones del sector empresarial. En estas redes se concentrarían también las actividades del CCI destinadas a promover el diálogo entre las empresas y los gobiernos a propósito del desarrollo del comercio.
El CCI propicia encuentros entre negociadores, empresarios y expertos en comercio para promover una mejor comprensión de las cuestiones comerciales que los afectan y preparar respuestas adecuadas. Esto es esencial para ayudar a los países en desarrollo y en transición a participar con mayor eficacia en las negociaciones comerciales mundiales. (Foto: CCI) |
Prioridad al desarrollo
En la Reunión Ministerial de la OMC de Doha (Qatar), a finales de 2001, se confirmó el interés creciente por lanzar una nueva serie de negociaciones. Las empresas de los países en desarrollo y en transición manifestaron su voluntad de evitar un nuevo fracaso, y acogieron muy favorablemente el anuncio del “Programa de Doha para el Desarrollo” (PDD), serie de negociaciones centrada en la ayuda a los países más pobres para intensificar sus operaciones en los mercados mundiales y elevar así su nivel de vida.El PDD dio un nuevo impulso a la World Tr@de Net. Los negociadores comenzaron a preparar sus argumentos y las empresas establecieron sus reivindicaciones, dispuestas a lograr que los gobiernos las tuviesen debidamente en cuenta. El CCI amplió e intensificó el programa, impulsando la serie de conferencias regionales denominadas “Empresas para Cancún”, con antelación a la reunión ministerial que la OMC celebraría en México en septiembre de 2003. Financiadas por los Gobiernos de Canadá, Estados Unidos, Suecia y Suiza, en ellas participaron dirigentes gubernamentales y representantes del sector empresarial de los países en desarrollo. Estos encuentros, que después de Cancún fueron rebautizados “Empresas para el Desarrollo”, cumplen dos funciones: alertar a las empresas sobre el posible curso de las negociaciones y poner a los funcionarios de comercio en sintonía con las aspiraciones empresariales. “Los gobiernos negocian acuerdos comerciales, pero son las empresas las que hacen negocios”, dice Ramamurti Badrinath, Director de la División de Servicios de Apoyo al Comercio del CCI. “Por consiguiente, son aliados naturales a la hora de preparar y poner en práctica las estrategias de negociación, y de aplicar los acuerdos resultantes. Es sobre esta alianza que se apoyará la dimensión de desarrollo del PDD.”
El sector empresarial en Cancún
Quizás en parte gracias a estos esfuerzos, cerca de 50 delegaciones de países en desarrollo asistentes a Cancún incluyeron por primera vez a representantes de las empresas. Aunque estos empresarios – al igual que sus homólogos de las grandes potencias comerciales, que son consultados sistemáticamente por sus gobiernos y que protestan públicamente si no lo son – no participaron en las negociaciones, las siguieron de cerca, siempre listos para cualquier consulta. Para muchos, era la primera vez que se codeaban con los círculos cuyas decisiones influyen directamente en las operaciones de las empresas y sus perspectivas de prosperidad o de quiebra.Por cierto, mucho antes de la iniciativa del CCI, algunos países en desarrollo – entre los que se destacaba México – ya contaban con mecanismos adecuados de cooperación público?privada para las negociaciones comerciales. En todo caso, los contactos entre algunos gobiernos y las empresas eran mínimos, como lo ilustra la siguiente situación observada en un autocar que llevaba a las delegaciones desde su hotel al centro de conferencias de Cancún. Dos destacados representantes del sector privado de un pequeño país asiático que recorrían el pasillo mirando los distintivos de los demás delegados explicaron: “Buscamos a nuestro Viceministro de Comercio, que también asiste a esta reunión. Nunca nos hemos entrevistado con él”, dijeron.
Cancún no aportó ningún progreso significativo a los problemas más importantes. Entusiasmados por las manifestaciones antiglobalización, algunos dirigentes de países en desarrollo saludaron lo que veían como una victoria sobre los países ricos. En realidad, cuando volvieron a sus respectivos países, las reacciones fueron diferentes. “Le dijimos a nuestro gobierno que no creíamos que Cancún fuese un triunfo”, declaró un empresario de África Oriental en el encuentro de Empresas para el Desarrollo en Nairobi (marzo de 2004). “Había que negociar con firmeza, pero el fracaso no era bueno para nadie. Les dijimos: ‘Hagan lo posible para reabrir las negociaciones, a la brevedad’.” A finales de julio, en Ginebra se logró un acuerdo en cuanto al esquema de la etapa decisiva de las negociaciones sobre el Programa de Doha.
Buenas noticias: El PDD visto desde Bishkek
“La reanudación de las discusiones fue una buena noticia”, dice Tatiana Philippova, de la Cámara de Promoción del Comercio de Bishkek, en Kirguistán. “Sobre todo, esta vez nuestros negociadores habían consultado previamente al sector empresarial y se disponían a defender nuestros intereses.” Tal no había sido siempre el caso en este país montañoso de Asia Central, surgido de la ex Unión Soviética en 1991. Tras la independencia, Kirguistán fue admitido a la OMC en 1998 luego de menos de tres años de negociaciones (todo un récord). En realidad, los funcionarios de Kirguistán habían aceptado condiciones sumamente desventajosas, como la reducción casi total de los obstáculos arancelarios sobre los bienes. Las empresas del sector privado, que comenzaban apenas a volar con sus propias alas en un país que había sido administrado durante más de 70 años como una única empresa estatal, estaban desalentadas. En 1999, un grupo de jóvenes empresarios y economistas fundaron la Cámara de Bishkek, en parte para velar por que esto no se repitiera en el futuro. En 2001, la Cámara se incorporó a la World Tr@de Net. “Esa fue una decisión capital”, explica la Sra. Philippova. “Tuvimos entonces acceso a la información que nuestras jóvenes empresas necesitaban para comprender el funcionamiento del sistema internacional de comercio y aprovechar las posibilidades en los nuevos mercados de exportación. También conocimos los medios que las empresas de otros países usaban para asegurar que sus autoridades tuviesen plenamente en cuenta sus intereses al negociar acuerdos comerciales.”Los esfuerzos de la Cámara de Bishkek dieron frutos en junio de 2003, cuando el Gobierno de Kirguistán creó la Comisión Interdepartamental sobre Cuestiones de la OMC. Con regularidad, representantes de los ministerios y del sector privado se reúnen en ella para definir oficialmente las posiciones y el plan general de negociación del país. Un resultado concreto fue la postura adoptada por la delegación kirguiza en 2004 en Ginebra, al indicar claramente que no aceptaría ninguna nueva reducción sustancial de sus obstáculos arancelarios en el marco de Doha. El diálogo entre las empresas y los funcionarios de comercio y la información aportada por el CCI también ayudaron a una empresa kirguiza a colocar su agua mineral embotellada en el vasto mercado chino, y a otra a vender miel a la Unión Europea. Estos granos de arena a escala mundial son grandes pasos para un país sin litoral como Kirguistán.
“Se ha dado un paso gigantesco en lo que atañe a llevar a las empresas más cerca del mercado mundial”, dice Sabine Meitzel, Jefa de la Sección de Servicios de Asesoramiento Empresarial del CCI.
Y de otras latitudes...
La experiencia de Kirguistán con la World Tr@de Net ha sido repetida por muchos otros países en desarrollo y economías en transición, que en mayor o menor grado han dejado atrás los sistemas altamente proteccionistas del pasado ante el avance de la globalización. “La World Tr@de Net ha ayudado a nuestro sector empresarial a intensificar el diálogo con el equipo negociador del gobierno en las nueva “Ronda”, fortaleciendo nuestra participación”, dice Rigoberto Monge, dirigente empresarial de El Salvador. Según Borislav Georgiev, de la Asociación Industrial de Bulgaria, los miembros búlgaros de la red han contribuido a la preparación de la plataforma nacional de negociación para el sector servicios de Doha.En Pakistán, Mohammad Saeed Akhtar, que encabeza la Iniciativa de Comercio Internacional del país, explica que los contactos e intercambios por medio de la red local de la World Tr@de Net ayudaron a disipar los temores del sector farmacéutico ante la entrada en vigor del acuerdo de la OMC sobre propiedad intelectual (ADPIC) en 2005, y dieron pistas sobre posibles medidas preventivas para dicho sector. En Swazilandia, la economista del sector del azúcar Rechi Dlamini indica que los debates entre los miembros de la World Tr@de Net ayudaron a reconocer la necesidad de contar con una política comercial nacional de carácter general y sostenible. “Además, gracias a este diálogo, los miembros comprendieron la importancia que tiene la coordinación de nuestros esfuerzos con los de otros países de la región”, añade.
La extensa World Tr@de Net (http://www.intracen.org/worldtradenet) tiene hoy redes locales en 52 países, desde Albania a Zambia. Sus miembros son economías emergentes con gran capacidad comercial, como Argentina, Brasil y Malasia, potencias comerciales más pequeñas pero influyentes, como Egipto, Nigeria y Filipinas, y algunos de los países más pobres del mundo, como Camboya, Haití y Lesotho. También está presente en cuatro de los nuevos Estados miembros de la Unión Europea (Estonia, Hungría, Letonia y Lituania) y en países candidatos a la OMC, como Belarús, Kazajstán, Ucrania y Viet Nam. Un evaluador independiente ha reconocido su eficacia, y todo indica que la red seguirá ampliándose. “La vemos como un recurso permanente”, dice el Dr. Badrinath. “Mientras se nos pida que desempeñemos un papel activo, estaremos en la brecha. Los miembros de la red están influyendo cada vez más en sus operaciones, al servicio del sector empresarial y de sus países.”
Texto de Robert J. Evans