De los estudios recientes sobre competitividad nacional se desprenden dos mensajes para los planificadores estratégicos:
- Las ventajas competitivas pueden crearse, o al menos elevarse considerablemente.
- Elevar la competitividad económica debería ser un componente clave de toda estrategia exportadora nacional. En otras palabras, las iniciativas estratégicas deberían abordar la cuestión de la competitividad no sólo a nivel de cada sector de producto o servicio, sino también a nivel nacional.
- la existencia de recursos (por ejemplo, recursos humanos e infraestructuras de investigación e información);
- un sector empresarial que haga inversiones en innovación;
- un mercado local exigente, y
- la presencia de industrias de apoyo.
En muchos países en desarrollo, el sector de los recursos es tal vez para los planificadores la única cara del ‘diamante’ capaz de mejorar su competitividad y los resultados de la economía a corto plazo. Esto no debería impedir que los planificadores concierten medidas para mejorar el entorno económico en su conjunto.
Distintos retos para distintas etapas
El desarrollo económico pasa por tres grandes etapas. La estrategia de competitividad nacional debería proponer, pues, una orientación distinta para cada una de ellas.
Etapa del aprovechamiento de recursos
En el nivel más elemental de desarrollo económico, la ventaja competitiva está determinada por los recursos, como una mano de obra de bajo costo o los recursos naturales.
Muchos países en desarrollo y la mayoría de los menos adelantados se encuentran bloqueados en esta etapa. La diversidad de las exportaciones es mínima y suele reducirse a productos de poco valor añadido. La dependencia de los intermediarios internacionales es muy fuerte, y los márgenes, escasos y expuestos a las fluctuaciones de los precios y los términos del intercambio. Las tecnologías se obtienen por importación, imitación y llegada de inversiones extranjeras directas (IED).
En esta etapa, los planificadores estratégicos deberían diseñar mecanismos para atraer inversiones de capital, e invertir a su vez los productos del crecimiento económico en factores más generales de competitividad nacional, como la salud, la educación y las infraestructuras.
Etapa de las inversiones
Representa un nivel superior, en el que los países comienzan a crear ventajas competitivas mejorando sus factores de eficiencia y fabricando productos de complejidad creciente. Se introducen mejoras a las tecnologías importadas, se multiplican las empresas mixtas y se hacen cuantiosas inversiones en infraestructuras relacionadas con el comercio (carreteras, telecomunicaciones y puertos).
En esta segunda etapa, la estrategia exportadora nacional debería centrarse en el perfeccionamiento continuo del entorno empresarial, mediante revisiones de las normativas (régimen aduanero, tributación y derecho de sociedades). Se trata de ayudar a las empresas que se proponen exportar a incrementar sus capacidades en el seno de la cadena internacional de valor en que se inserten. A medida que la producción se desplace desde los productos básicos hacia las manufacturas, las estrategias sectoriales deberían aspirar a aumentar la agregación de valor nacional dentro de la cadena de valor. Sin dejar de mantener el carácter prioritario de la captación de IED, los planificadores deberían orientarse cada vez más a promover las alianzas de empresas del propio país (véase el artículo de las págs. 11-13).
Etapa de la innovación
En las fases finales del proceso de competitividad, cuando prima la innovación, las ventajas competitivas de los países residen en su capacidad para proponer productos y servicios novedosos y ubicarse en la vanguardia de la tecnología global.
En esta etapa, las estrategias deberían centrarse en la divulgación tecnológica y el establecimiento de condiciones cada vez más eficaces para la innovación. Las instituciones de apoyo deberían intensificar su acción y ofrecer incentivos que refuercen la capacidad innovadora del sector empresarial. Habría que alentar a las empresas a competir sobre la base de estrategias únicas. Mejorar la capacidad de exportación de servicios debería ser un objetivo prioritario.
En todo caso, los planificadores no deberían esperar que el paso de una etapa a otra sea un simple trámite. En el Foro Ejecutivo de 2002, Peter Cornelius, del Foro Económico Mundial, dijo: “La transición entre las distintas etapas no es necesariamente lineal o gradual. Tampoco se da de forma automática.”
Progreso y tecnologías
Cualquiera sea la etapa de desarrollo de un país, el mejoramiento sostenido de las exportaciones depende de las tecnologías y la innovación. Ganeshan Wignaraja, Economista Jefe de Maxwell Stamp PLC, presentó al Foro Ejecutivo de 2002, en Montreux, un estudio sobre la industria de la confección de Mauricio. Al examinar los aspectos técnicos y de innovación, como la ingeniería de productos, gestión de calidad, nexos, inversión en capital humano y búsqueda de información, comprobó que éstos ejercían un efecto positivo y estadísticamente significativo sobre el resultado de las exportaciones de las empresas. Recomendó, pues, que los planificadores promoviesen la divulgación de tecnologías y la innovación por medio de:
- un acuerdo nacional de cooperación, complementado por medidas públicas y del sector privado;
- un enfoque de liberalización ‘avanzada’, que incluya medidas de incentivo y políticas relativas a la oferta, y
- cuando sea económicamente viable, políticas que fomenten la competitividad de algunos núcleos industriales.
Los sectores prioritarios definen las estrategias
El mensaje del Foro Ejecutivo es que la especialización cuenta, y mucho. Los países necesitan centrar su atención en sectores con un gran potencial de aumento del valor añadido. Por ende, crear ventajas competitivas en sectores de crecimiento debería ser una de las preocupaciones primordiales, no sólo de la empresa, sino también del Estado. Es decir, se necesita una firme alianza público-privada.
Las estrategias deberían centrarse en iniciativas “transversales”, en áreas como la financiación comercial, los aranceles, la logística y la infraestructura de las tecnologías de la información. Pero las prioridades deberían determinarse en función de las necesidades específicas de los principales sectores de crecimiento, las prioridades de los clientes (por ejemplo, las PYME y los inversores extranjeros directos) y los mercados meta.
Friedrich von Kirchbach () dirige la Sección de Análisis de Mercados. Los documentos presentados por los Sres. Wignaraja y Cornelius, y los informes nacionales, se encuentran en el sitio web del Foro Ejecutivo (http://www.intracen.org/execforum).
El CCI ha elaborado una serie de instrumentos para evaluar la competitividad y el rendimiento comercial de 184 países en sus principales sectores de exportación. Véase el sitio web del CCI (http://www.intracen.org/menus/countries-s.htm).
¿Por qué ‘nacional’, y no simplemente ‘sectorial’? Primeramente, porque lo que determina la mayor competitividad internacional de un país son factores transectoriales, más que de industria. En segundo lugar, porque las medidas necesarias para aumentar la competitividad varían en función de la etapa de desarrollo económico del país y de las oportunidades que tienen los exportadores.
Refiriéndose al concepto de la ventaja competitiva de las naciones, Michael Porter, Director del Instituto de Estrategia y Competitividad de la Harvard Business School, observó: “La prosperidad nacional no se hereda: se crea.” Los participantes en el Foro Ejecutivo de 2002 convinieron en que, en un mundo de intercambios comerciales cada vez más liberalizados, las estrategias deben concentrarse en generar y mantener las ventajas competitivas.
El “diamante” de la competitividad
Para M. Porter, la ventaja competitiva de un país es su capacidad para incitar a las empresas (locales o extranjeras) a utilizar el país como plataforma para llevar adelante sus actividades. Para determinar las fuerzas y las debilidades competitivas de los países y sus principales sectores, propuso un modelo que se conoció como el “diamante de la competitividad nacional”, un diamante de cuatro “caras”.
Estas “caras” son: