Tener acceso a la financiación es como tener un generador en previsión de apagones. La línea de crédito se necesita sobre todo cuando hay una crisis; ahora bien, si la gestión de los flujos de caja es eficiente, tal vez no haya que recurrir a ella en tiempos normales.
En 2009, no vivimos tiempos `normales´. A raíz de los `apagones´ del crédito, ni siquiera las empresas que antes tenían un amplio acceso a éste reciben `corriente´ financiera cuando más la necesitan. Huelga decir que la falta de crédito no se limita a los países desarrollados, donde comenzó la crisis, ya que también se extendió rápidamente a mercados emergentes. La peculiaridad de esta crisis, respecto a las otras de las últimas décadas, radica en que estalló en los mercados más `sofisticados´, pero repercutió en todo el mundo y no se circunscribió a un solo país o una sola región.
En los mercados emergentes, los bancos locales afrontaron una reducción drástica del crédito comercial porque debido a la reducción de sus propios capitales, los bancos de los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) redujeron su exposición transfronteriza. Las líneas de crédito al comercio exterior fueron las más fáciles de recortar, pues en todos los planes públicos de rescate se incluyó la obligación de aumentar los préstamos internos. En algunos casos, los bancos extranjeros en mercados emergentes se limitaron a levantar campamento y volver a casa. La ironía quiso que los países cuyos sistemas bancarios no se habían internacionalizado tanto como otros, hoy se encuentren en mejor situación y sean más inmunes a la crisis.
En estas circunstancias, los bancos de mercados emergentes sufren la presión de las necesidades de financiación de las empresas locales, ya sea para emitir cartas de crédito en nombre de los compradores de mercancías importadas, o bien, para otorgar préstamos a plazo. Obviamente, lo mismo ocurre en los mercados desarrollados. De ahí que todos los eslabones de las cadenas mundiales de suministro se vieran afectados por la crisis, pero no por igual ni al mismo tiempo; esta crisis fue más bien como el oleaje que golpea los muelles con distinta intensidad.
La falta de crédito puede transformarse rápidamente en insolvencia, cuando empresas que solían ser sanas y tener una buena demanda tropiezan con dificultades de flujos de caja por los retrasos de pago de sus clientes.
El papel de los bancos nacionales de desarrollo, que consiste en garantizar que las empresas de todo tamaño tengan acceso a créditos razonables, es hoy más importante que en cualquiera de las últimas décadas. Además, los bancos de exportación e importación (EXIM) cumplen un papel fundamental como facilitadores del comercio, pues procuran financiación, garantías o seguros de crédito. Estas instituciones, que suelen ser propiedad del Estado y estar bajo su control, tienen que analizar en detalle las necesidades del mercado local y las brechas reales que existen entre la oferta de crédito y la demanda de crédito en uno u otro momento.
Disponer de un diagnóstico preciso del problema actual es vital. Cada país afectado ha de proceder a un análisis y una evaluación detallados del problema por resolver y las brechas por colmar, así como del objetivo y el mecanismo de la política que se aplica a cada problema y cada carencia. También es importante que se tenga en cuenta el apalancamiento y que se pueda seguir recurriendo a él.
Como siempre, se corre el riesgo de que se copien y apliquen métodos y procedimientos de otros países sin considerar debidamente las circunstancias peculiares, las necesidades y los problemas locales. No hay soluciones generales; cada país tiene características macroeconómicas, bancarias y comerciales que le son propias y exigen soluciones a medida.
En crisis anteriores, los mecanismos e iniciativas con mayor éxito tenían dos características: se habían diseñado en función de objetivos y problemas concretos, no generales, y su funcionamiento se ajustaba a las prácticas y la documentación del mercado, en lugar de intentar reinventar mecanismos o aplicar indebidamente prácticas complicadas en áreas como la financiación del comercio a corto plazo, lo que hubiera sido poco realista. En la crisis financiera de hoy en día, los bancos nacionales de desarrollo y los bancos EXIM tienen que considerar estos elementos y apresurarse a colmar las brechas detectadas para asegurar la continuidad del comercio y la actividad económica.
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Subsanar el déficit
Al evaluar el déficit de financiación, proponer posibles soluciones y analizar las consiguientes repercusiones que podrían tener para las distintas partes interesadas, los bancos nacionales de desarrollo y los bancos EXIM deberían preguntarse lo que sigue.
- ¿Qué dejó de ocurrir de aquello que ocurriría en condiciones de mercado `normales´? ¿Los bancos no disponen de la liquidez necesaria para conceder préstamos a sus clientes? ¿Acaso perdieron la serenidad respecto al riesgo crediticio de los clientes? ¿O suceden ambas cosas?
- ¿Cuál es la dimensión del déficit? ¿Afecta a unos pocos bancos o a todo el sistema? ¿Aqueja a unos pocos clientes y sectores o a todos los sectores y empresas de cualquier tamaño?
- En principio, ¿qué soluciones o productos servirían para subsanar el déficit y ayudar a las fuentes de financiación privadas a seguir cumpliendo su función?
- ¿Se definieron indicios que permitan detectar la vuelta a la normalidad de los mercados y cuál es la estrategia para salir de la crisis?
- Por último, ¿cómo responderá el mercado a las nuevas soluciones? ¿Existe el riesgo de que tengan consecuencias imprevistas?