Aunque hubo ambigüedad sobre qué parte del monto acordado de US$ 1,1 billones era verdaderamente nueva financiación, la Cumbre acabó por centrarse en impulsar la liquidez global. La mayor parte correspondió a una nueva financiación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y una asignación específica de Derechos Especiales de Giro (moneda de reserva del FMI). Este compromiso triplicó los recursos del FMI que pasaron de US$ 250.000 millones a US$ 750.000 millones. También hubo acuerdo sobre una partida adicional de US$ 100.000 millones que se pondrá a disposición por conducto del Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo.
El compromiso de US$ 250.000 millones para financiación del comercio fue acogido con satisfacción. La aparatosa caída del comercio mundial tras la crisis financiera no obedeció únicamente al desplome de la demanda, ya que la causa de su empeoramiento fue la evaporación de créditos a la exportación, savia del comercio internacional, que respaldan el 90% de las transacciones.
Dado que los créditos comerciales son de corta gestación, generar US$ 250.000 millones a lo largo de varios años requiere tan sólo una fracción de los nuevos fondos. El monto debe provenir de fuentes públicas y privadas. En el núcleo estarán los US$ 5.000 millones de la Corporación Financiera Internacional, parte del Grupo del Banco Mundial, y los aportes complementarios de otros bancos multilaterales de desarrollo como el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo. El componente `público´ de los nuevos créditos será complementado por los Gobiernos de Japón, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Países Bajos y China directamente y por conducto de sus agencias de créditos a la exportación. Se espera una cantidad aún mayor de bancos comerciales privados, cuyo total podría ascender a US$ 50.000 millones, lo que a su vez permitiría financiar entre US$ 200.000 millones y US$ 250.000 millones de nuevas operaciones comerciales en dos años, asumiendo créditos comerciales de unos 180 días.
¿Funcionará? El estímulo no evitará que en 2009 se registre la mayor caída del comercio mundial de los últimos 60 años, pero los grados de pesimismo varían. Y si bien los líderes del G20 volvieron a pronunciarse solemnemente contra el proteccionismo, como lo hicieran en noviembre de 2008, pocos países fueron capaces de resistirse a imponer ciertas restricciones comerciales e erigieron barreras en alguna forma y algunos productos.
No obstante, el aumento de la financiación del comercio tendrá al menos dos efectos positivos. En primer lugar, restablecerá cierto dinamismo en el comercio internacional colmando la brecha crítica de financiación entre la oferta y la prestación. En segundo lugar, surtirá un importante efecto psicológico, pues la disponibilidad de créditos comerciales restablecerá la confianza en los mercados internacionales.
En septiembre, el G20 volverá a reunirse en Nueva York para evaluar la efectividad de esas medidas. Si por entonces está en curso la recuperación económica en los principales países comerciantes, la Ayuda para el Comercio de Londres se considerará un éxito.
Pero si estas medidas de estímulo tardan mucho en dar resultado, los países en desarrollo se sentirán cada vez más frustrados en medio de una crisis que no provocaron y que retrasará su programa de desarrollo y el calendario para lograr los ODM.