La inversión en `más ayuda´ o en `infraestructura ´ es una respuesta inadecuada que no beneficia automáticamente a las mujeres. Tal como explicara Mari Pangestu, Ministra de Comercio de Indonesia, en una reunión del Foro Económico Mundial: `Empíricamente, la experiencia indonesia muestra que en los últimos meses, el número de puestos de trabajo perdidos es más alto para las mujeres que para los hombres. Entonces, a la hora de diseñar programas de estímulo, es necesario tenerlo en cuenta… Si las decisiones son tomadas únicamente por hombres, lo más probable es que se omitan asuntos relacionados con las mujeres que perdieron el empleo.´
Estas palabras se hacen eco de lo que sucede en Camboya, donde 90.000 trabajadores de la confección, en su mayoría mujeres, perdieron el empleo en un sector que representa al menos la mitad de los ingresos por exportaciones. Es obvio que hacen falta respuestas a la crisis que generen oportunidades de empleo para las mujeres. Es improbable que el desarrollo de infraestructuras –dominado por la construcción– cree oportunidades de empleo para las trabajadoras de la confección desplazadas, salvo que se hagan esfuerzos concretos.
En Estados Unidos, a las empresas que reciben dinero federal para la construcción se les exige contratar al menos un 9% de mujeres en plantilla, porcentaje mucho más alto al 2,7% actual del sector. La contratación pública preferencial es una importante palanca política para estimular el crecimiento de empresas de mujeres en todos los sectores y, además, genera ganancias para las empresas privadas. (En el número anterior de Forum, página 28, se dice que AT&T puede relacionar US$ 26.000 millones de sus ingresos anuales con el aprovisionamiento de productos y servicios en empresas propiedad de mujeres y minorías.) Un enfoque con metas precisas da resultado: materia de reflexión para el Banco Mundial que se propone asignar US$ 45.000 millones a gastos de infraestructura en los tres próximos años.
Está claro que es preciso ir más allá de la noción de respuestas `neutrales en materia de género´. Debemos garantizar que las mujeres tengan acceso a créditos y posibilidad de participar en procesos decisorios, sobre todo, en las respuestas frente a la crisis. Después de la Cumbre del G20 y las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el FMI, la promesa de mantener abiertos los canales financieros de microcrédito es alentadora. Ahora bien, la declaración del G20 no está dirigida concretamente a las mujeres, por lo cual, tenemos que asegurarnos que las organizaciones internacionales no adopten un enfoque `neutral en materia de género´ y que pongan sus procedimientos, políticas y compromisos operativos al servicio de la igualdad de género y la emancipación de las mujeres e inviertan en ellas. Tanto o más importante es un compromiso similar de los bancos regionales de desarrollo, canales de la Ayuda para el Comercio.
Cuando hay tanto en juego y fondos disponibles para buscar soluciones, nos encontramos en una coyuntura histórica en la que podemos elegir asignar recursos en favor de quienes demostraron dar rendimiento a la inversión. Ha llegado la hora de dejar atrás rescates financieros de carácter genérico y centrarnos concretamente en potenciar la influencia económica de las mujeres.
Véase el artículo de la página 33 sobre la perspectiva de la OIT en cuanto al impacto de la crisis financiera en las mujeres.