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Los tratados de coproducción cinematográfica en países del Caribe ? Una historia inconclusa
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Forum de Comercio Internacional - No. 3/2009

Tal como atestigua su fama nacional por talentos de la talla de Bob Marley y Jimmy Cliff, Jamaica es sinónimo de creatividad.



Actualmente, el sector creativo representa el 5,2 por ciento del PIB de Jamaica, porcentaje superior al del tradicional sector minero. La industria de la música no es la única que tiene un enorme impacto en las industrias creativas de Jamaica. Reforzada por tratados de cooperación con el Reino Unido, la industria cinematográfica también está haciendo un aporte importante al crecimiento y las oportunidades de desarrollo, a pesar de las dificultades que se plantean.

La industria cinematográfica de Jamaica consiste en producciones locales y la exportación de servicios de películas que se nutren de la popularidad y el éxito del país como escenario de producciones. La industria local produjo éxitos internacionales como Dancehall Queen (1997) y One Love (2003). El Flashpoint Film Festival del Caribe también contribuye a apoyar el talento local, pero la mayoría de los ingresos generados por esta industria proviene de la explotación de los activos naturales del país en producciones extranjeras.

En abril de 2007, Jamaica firmó un tratado de coproducción con el Reino Unido que permite a productores de ambos países compartir la producción y los consiguientes beneficios. En el caso de los productores británicos, trabajar con productores jamaicanos redunda en recortes fiscales, fuentes de apoyo y financiación, así como libertad de movimiento del equipo de producción. En el caso de Jamaica, cuya industria es pequeña y tropieza con dificultades de financiación, la firma de un tratado de cooperación ofrece sobre todo acceso a recursos financieros y humanos de los que no dispone el país. Las películas coproducidas también cuentan como nacionales, por lo cual, los productores locales pueden beneficiarse de recortes fiscales, supresión de limitaciones contingentarias y disposiciones especiales en materia de importación.

Según la Comisión de Cine de Jamaica, el país facilita 150 proyectos cinematográficos por año; la entrada de divisas asociadas asciende a $EE.UU. 14 millones y se da empleo directo a más de 2.000 profesionales creativos. Pese a la abundancia de contenidos, talento y experiencia técnica, la calidad y cantidad de largometrajes, documentales y programas de televisión jamaiquinos se ven limitadas porque los directores y productores locales no logran conseguir apoyo y financiación suficientes para sus proyectos.

Los tratados de coproducción contribuyeron a superar esas dificultades y mejorar la cadena de valor de la industria ofreciendo oportunidades de formación técnica y profesional, instalaciones de rodaje y montaje, así como un mayor conocimiento de los canales de distribución disponibles. El análisis empírico da a entender que los ingresos de la producción cinematográfica también aportaron beneficios a empresas de alojamiento, transporte, fletes y trámites aduaneros. A su vez, el Gobierno de Jamaica obtuvo ingresos fiscales de la inversión en películas extranjeras.

Ahora bien, los tratados de coproducción pueden ser un arma de doble filo para la industria local, ya que si bien mejoraron el potencial de mercado de esta industria y beneficiaron a otros sectores, no tuvieron un impacto importante en la producción de contenido local, visto que muchos recursos están vinculados a producciones extranjeras. También plantea retos en términos de capacidad burocrática y financiera. Las autoridades competentes aprueban los proyectos cinematográficos que cumplen con los requisitos del tratado tales como: aportes mínimos a los costos de producción; país de propiedad y operación; una contribución al beneficio cultural y pruebas de que no existe afiliación alguna entre las partes. Jamaica compite con otros destinos que ofrecen incentivos financieros a cambio de localizaciones de producción. En cuanto al aspecto financiero, muchas instituciones tienen dificultades para valorar la propiedad intelectual de un guión con fines colaterales; de ahí que algunos cineastas no puedan cumplir con el requisito de financiación mínima del 20 por ciento para realizar coproducciones conforme al acuerdo entre Jamaica y el Reino Unido. Además, la escala de proyectos cinematográficos del país suele ser demasiado pequeña como para que los cineastas locales impulsen coproducciones. En lo esencial, las coproducciones internacionales redundan en presupuestos cinematográficos más altos que los proyectos filmados en una sola localización. Por consiguiente, para los productores cinematográficos de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y los mercados creativos de pequeña escala de todo el mundo, es imperativo buscar la escala mediante acuerdos regionales de coproducción.

A pesar de las dificultades, Jamaica no cesa en el empeño de ofrecer un mayor respaldo al sector. CARICOM se propone mejorar el proceso económico de mercado único mediante un marco audiovisual de ámbito intrarregional. Esa iniciativa tiene el potencial de permitir a los productores cinematográficos organizarse en grupos de coproducción regional que pueden ser una atractiva perspectiva de coproducción a escala global. En la escuela de cine de Trinidad pronto se diplomará la primera promoción de productores y guionistas, otro exitoso factor clave para la región.

Las investigaciones sobre la actual ley de estímulo a la producción cinematográfica se tendrán en cuenta cuando el Gobierno de Jamaica considere el proyecto de un régimen de apoyo a la inversión en dicha producción. Si se aprueba, ese régimen aportará un incentivo financiero crítico a la oferta jamaiquina en comparación con otros destinos.

Cabe señalar que la aprobación de todo tratado está supeditada a la condición de que las películas aporten beneficios culturales a los países. En virtud del carácter integral de las películas, otras industrias creativas también se benefician; por ejemplo, la música (banda sonora), la moda (vestuario) y la danza (coreografía).

El estudio del caso de Jamaica y la experiencia en otros países del Caribe muestran que los tratados de coproducción son herramientas útiles para que pequeñas economías en desarrollo mejoren la cadena de valor en la economía creativa, pero no reemplazan un marco global para las industrias creativas que sea apoyado permanentemente por iniciativas políticas.


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