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Contabilidad del carbono en las exportaciones : Iniciativas sobre la huella de carbono y sus repercusiones para exportadores de países en desarrollo
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Forum de Comercio Internacional - No. 1/2010

Ilustración: Ruth Bowers

La ciencia emitió un mensaje sombrío: reducir un 90 por ciento las emisiones de GEI en los próximos 30 años o exponerse a que el cambio climático sea catastrófico. Las iniciativas tomadas por el sector privado y los gobiernos para reducir la huella de carbono derivada del consumo tienen repercusiones importantes para los exportadores de países en desarrollo.

El consumidor

En 2007, Tesco, cadena minorista del Reino Unido, decidió incluir en las etiquetas de todos sus artículos la información relativa a las emisiones de CO2 derivadas de su producción, procesamiento y transporte. Desde entonces surgieron otros sistemas de etiquetado de carbono que hoy, junto con las etiquetas de comercio justo y producción orgánica, forman parte de los datos indispensables para atraer al consumidor “ético”.

La información que contienen esas etiquetas varía y va de mediciones (por ejemplo, 100 g de CO2) a datos comparativos entre productos (15,7 por ciento menos de CO2).

Ahora bien, las encuestas muestran que aunque el consumidor reclame información relacionada con el clima, no siempre la entiende: ¿100 gramos de CO2 es excesivo? ¿Ignorará el consumidor ese dato?

Otro problema reside en la paradoja del consumidor que como compra “verde” piensa que eso le dispensa de un mal comportamiento ambiental (consume lentejas en vez de carne, pero viaja en avión).

La empresa

El interés comercial del etiquetado de carbono es evidente. Según Matthew Bateson del Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible, el etiquetado de carbono está “impulsado por la necesidad de reducir costos mediante ahorros de energía, pero también por la diversificación del mercado, es decir, oportunidades de mercado para consumidores que se inquietan por cuestiones climáticas. Asimismo, la gestión del carbono puede incorporarse en los programas de responsabilidad social de las empresas (RSE)”.

La creciente importancia de la reducción de emisiones en la cadena de suministro se constata en un reciente informe de AT Kearney, según el cual, el 6 por ciento de las grandes empresas cesó sus relaciones con proveedores que no “gestionan” el carbono y el 56 por ciento se propone hacerlo en el futuro.

Paul Dickinson, Director del Proyecto Carbon Disclosure, que encargó la encuesta, declaró: “Está claro que algunas compañías exigen que sus proveedores se ocupen de la gestión del carbono como cuestión básica de la actividad empresarial. Ya no se trata de algo que ‘convendría tener’, sino que ‘hay que tener’; esperemos que esa tendencia se generalice en el mundo empresarial.”

Los gobiernos también son partidarios de medir la huella de carbono, sobre todo, en el sector agroalimentario. Japón, la República de Corea y el Reino Unido patrocinaron nuevos sistemas de medición de las emisiones en la cadena de suministro. Francia promulgó leyes sobre la obligatoriedad del etiquetado ambiental para los productos alimenticios nacionales, incluida la huella de carbono.

El exportador

Cabe preguntarse si para el exportador de alimentos de un país en desarrollo los requisitos sobre el carbono son una oportunidad de obtener ventajas competitivas o simplemente una barrera no arancelaria.

El Dr. Stephen Mbithi, PDG de la Asociación de Exportadores de Productos Frescos de Kenya, indicó que su sector impulsa la reducción de emisiones, pero a su entender, el “aumento de costos será inevitable” a raíz de los requisitos de medición y certificación. Los proveedores tendrán que hacer costosas evaluaciones del ciclo de vida e informar al respecto. A su entender, las condiciones de competencia equitativa entre África y Europa en el segmento verde dependen de la transparencia y credibilidad del sistema de medición.

“La seguridad alimentaria es más fácil de verificar; un comprador puede comprobar si se superaron los límites de residuos de plaguicidas en una lechuga, pero es imposible saber si una bomba de agua o un calentador estuvo funcionando las 24 horas durante semanas.”

Las metodologías utilizadas en la medición también son cruciales para determinar la competitividad de los exportadores en términos de carbono.

En un estudio del Banco Mundial publicado en 2010 se constata que muchas metodologías requieren el uso de datos genéricos sobre las emisiones derivadas de la generación de electricidad, el uso de la tierra y los cambios en este último. Esos datos son caros y entrañan el riesgo de sobreestimar la huella de carbono de la producción de los países en desarrollo.

Los datos genéricos tampoco describen adecuadamente la situación de todo un país porque la diversidad de ecosistemas, microclimas y prácticas agrícolas complica su recolección y conlleva costos adicionales.

Estimar las emisiones, particularmente aquellas generadas por los cambios en el uso de la tierra, requiere pericia. La inclusión de las emisiones generadas por la limpieza de terrenos para la agricultura influye fuertemente en la huella de carbono de los productos finales. La deforestación de Europa es un hecho consumado, pero no se incluye en los cálculos.

Según resulta, otras normas relacionadas con el clima también tienden a favorecer a los agricultores europeos. Por ejemplo, Biosuisse, el sistema suizo de etiquetado orgánico, no acepta productos transportados por vía aérea (importantes para los exportadores africanos), pero sí incluye en su certificación, la producción de carne vacuna suiza que tiene un alto índice de emisión de GEI.

Otra cuestión de interés reside en que los principales importadores reconozcan las respectivas normas de carbono. Joost Pauwelyn, Profesor del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra, sostiene que “después de Copenhague se llevará la contabilidad comercial del carbono... por lo cual, para los países en desarrollo que exportan a cinco países será crucial saber que si cumplen con una norma de la Unión Europea, ésta se considerará equivalente en Estados Unidos o Japón”.

En el marco del Programa 2010-2011 Comercio, Cambio Climático y Medio Ambiente del ITC se lleva a cabo un proyecto en África oriental para ayudar a los exportadores agrícolas a ceñirse a las normas sobre emisiones de carbono en el comercio minorista.

La prioridad inmediata para los exportadores de países en desarrollo es dotarse de herramientas de medición de las emisiones a fin de cumplir con las exigencias de los compradores.

Gobiernos y asociaciones comerciales de los países en desarrollo deben participar en la elaboración de normas y fomentar activamente metodologías equivalentes, transparentes y justas. Una vez establecidas, las normas son difíciles de cambiar.

1. Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no representan forzosamente las del ITC.


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