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Crear competitividad en las empresas
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Por R. Badrinath (CCI) y Ganeshan Wignaraja (Instituto de Nuevas Tecnologías de la Universidad de Naciones Unidas)
Forum de Comercio Internacional - No. 2/2004
Página 6 

Para superar los retos cada vez más complejos y ambiciosos que plantea la globalización, las pequeñas empresas necesitan apoyo gubernamental e institucional. Un enfoque en tres componentes puede ayudarles a crear y consolidar su competitividad: una colaboración más estrecha entre las empresas y los gobiernos; una integración eficaz en redes de los organismos nacionales encargados de la cadena de valor, y un aprovechamiento óptimo de las nuevas tecnologías.

La globalización ha intensificado la competencia. La principal dificultad que deben afrontar las empresas consiste en aprovechar los nuevos recursos y mercados, en un contexto de fuerte y creciente competencia mundial. Para los gobiernos, el problema consiste en cómo formular y aplicar las políticas y estrategias de apoyo correspondientes. Tanto las empresas como las autoridades necesitan reforzar su colaboración a fin de crear y consolidar la competitividad comercial.

Los factores que impulsan la globalización son muy poderosos: supresión de las barreras comerciales, aceleración de los avances tecnológicos, reducción de los costos de las comunicaciones y el transporte, migraciones internacionales y alta movilidad de las inversiones. Los cambios son impresionantes. Por ejemplo, el arancel medio a la importación de productos manufacturados es hoy de un 2,1%, mientras que en 1947 llegaba a cerca del 47%. El precio de la potencia de procesamiento de las computadoras ha disminuido en una media de 30% anual, en valor real, durante los últimos 20 años. Desde mediados de los años 1980, los flujos mundiales de inversiones extranjeras directas han aumentado en cerca de 14% anual — casi el doble que las exportaciones mundiales. Con el tiempo, en los mercados internacionales tendrán cada vez menos importancia las fronteras y normativas nacionales. La globalización es irreversible y tiene profundas consecuencias para las empresas y sus vínculos con los gobiernos de los países en desarrollo.

Ganadores y perdedores

La economía globalizada ofrece nuevas tecnologías, competencias, mercados y fuentes de financiación a las empresas de países en desarrollo, es decir, unas perspectivas de crecimiento y apertura al exterior más auspiciosas que nunca. Al mismo tiempo, las expone a la fuerte competencia de las importaciones de bajo costo y los productos de las filiales de empresas extranjeras. Al desaparecer las barreras comerciales, el mercado nacional deja de ser viable por sí mismo. Todo producto o servicio ofrecido por las empresas de países en desarrollo tiene que corresponder más y más a las exigencias de precio, calidad y entrega de los mercados internacionales.

No cabe duda de que entre las empresas de los países en desarrollo habrá ganadores y perdedores. Esta dualidad de la globalización inspira temor a las empresas y a los responsables de las políticas, pero también ha suscitado un gran interés por la competitividad empresarial, las asociaciones público-privadas y las políticas públicas en los países en desarrollo.

¿Qué es la competitividad?

El término “competitividad” es a menudo remitido a aspectos macroeconómicos (por ejemplo, las variaciones de los tipos de cambio o los salarios) o microeconómicos (como la falta de espíritu empresarial y las normativas burocráticas que pesan sobre las empresas). En los debates de café abundan las soluciones milagro para aumentar la competitividad, como “bajar el tipo de cambio” o “eliminar los trámites burocráticos”. Estos factores son reales, pero no bastan para hacer frente a los retos de la economía globalizada.

Impacto en las empresas

Para reaccionar con eficacia a las exigencias de la economía globalizada, las empresas tienen que crear diversas capacidades de exportación en los campos de la tecnología, mercadotecnia, gestión, recursos humanos y financiación, y perfeccionarlas continuamente. Dicho esto, en la creación de competitividad empresarial — especialmente para los mercados de exportación — también incumbe un papel importante a los gobiernos y las instituciones de apoyo al comercio, que deben respaldar la competitividad con estrategias coherentes. Convertir estas estrategias en medidas concretas dependerá de que haya una cooperación estrecha y activa entre las empresas y los gobiernos.

Utilizar los recursos digitales

Uno de los motores de la competitividad es, sin duda, la innovación en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) aplicadas al comercio. Pero, por lo general, los países en desarrollo no producen TIC, sino que utilizan tecnología importada, obtenida de fuentes como las inversiones extranjeras directas o las licencias, y los programas de asistencia técnica.

En los países en desarrollo, el sector empresarial es el principal agente de acumulación tecnológica y de otras capacidades de exportación, por ejemplo, en materia de mercadotecnia, saber-hacer, habilidades financieras, recursos humanos y competencias de gestión. Así ocurre cuando las empresas invierten con la voluntad de convertir las tecnologías y los conocimientos comprados en insumos productivos. El aprovechamiento innovador de las nuevas tecnologías sólo puede lograrse adquiriendo experiencia y haciendo inversiones en capacitación, búsqueda de información, e investigación y desarrollo (I+D).

En los países en desarrollo, la creación sistemática de competitividad empresarial está relacionada con el éxito de sus exportaciones. La eficacia con que las empresas o sectores mejoran sus capacidades de exportación, inclusive utilizando las TIC, puede cambiar la base en que se sustentan las ventajas comparativas del país en su conjunto. Lo demuestran los sectores de la confección de Mauricio, el vino de Chile, los programas informáticos de la India, la fabricación de bienes de consumo de China y la electrónica de la República de Corea.

Una cooperación estrecha y activa

Toda estrategia de competitividad coherente y adaptada a las circunstancias nacionales ejerce una gran influencia en la creación de competitividad empresarial. Una estrategia bien gestionada reposa esencialmente en una cooperación estrecha y activa entre las empresas y las autoridades. Tradicionalmente, las empresas se concentran en aumentar la rentabilidad, mientras que los gobiernos se encargan de formular y aplicar la estrategia. En realidad, para triunfar en el nuevo contexto globalizado hay que modificar esta repartición tradicional de tareas. Para lograr nuevos recursos y mercados, reduciendo los riesgos de una fuerte competencia, hay que definir un nuevo tipo de relación empresa-gobierno. En este nuevo contexto, el gobierno desempeña un papel destacado pero no dominante en la gestión de la estrategia de competitividad.

El papel del sector empresarial es diferente. Diversas experiencias exitosas en Asia Oriental y otras regiones indican que las empresas, especialmente las más importantes, y sus asociaciones pueden hacer al menos cuatro contribuciones significativas a la gestión de las estrategias nacionales de competitividad:
  • Ayudar a las empresas más débiles a ayudarse a sí mismas, estableciendo centros de capacitación sectoriales, realizando análisis de productividad comparada y proyectos de sensibilización sobre la calidad, promoviendo relaciones de subcontratación y dando asesoramiento sobre estrategias eficaces de mercadotecnia.
  • Ayudar a los gobiernos a colmar los déficit de información, realizando estudios sobre confianza de las empresas, señalando las barreras en los mercados de exportación, participando en las negociaciones de la OMC y en misiones de promoción comercial, y entablando regularmente diálogos sobre política económica con las autoridades.
  • Potenciar las capacidades de los gobiernos, asignando a expertos en financiación, mercadotecnia y gestión general para que presten servicios por períodos breves en departamentos gubernamentales clave y en misiones de captación de inversiones.
  • Participar en proyectos de infraestructura y otras iniciativas estratégicas nacionales, aportando financiación privada y un conjunto de recursos de mercadotecnia y gestión.

Papel del CCI

El CCI tiene 40 años de experiencia en la prestación de asistencia técnica práctica para mejorar la competitividad internacional y los resultados de exportación del sector empresarial – sobre todo de las pequeñas y medianas empresas – en las economías en desarrollo y en transición. El CCI opera a través de redes de copartícipes nacionales con el fin de generar una capacidad comercial sostenible, y de ayudar a las instituciones a interactuar con los gobiernos para convertir las políticas comerciales en estrategias de fomento del comercio factibles y fructíferas.

El CCI da asesoramiento sobre varios de los componentes del rompecabezas de la competitividad: análisis estratégicos de mercados; respaldo a las estrategias de exportación; e información, capacitación y asesoramiento en campos clave, como el comercio-e, gestión de exportaciones, compras internacionales, fomento del comercio Sur?Sur y desarrollo institucional en el marco de las redes nacionales de apoyo a la exportación.

El CCI está ampliando su carpeta de instrumentos de competitividad, la cual puede ser adaptada a las necesidades de determinados clientes (por ejemplo, organizaciones nacionales de fomento comercial) y de empresas en sectores prioritarios (como la confección).



La globalización está cambiando la empresa

Los procesos sinérgicos que impulsan la globalización están realzando la importancia del conocimiento de los mercados y el uso de tecnologías para las empresas de países en desarrollo:
  • Aumento de la competencia al desaparecer las barreras comerciales. Este proceso, en el que también influye el menor costo del transporte, requiere, por ejemplo, que las empresas añadan más valor a los productos que competirán con los de rivales que tienen costos más bajos.
  • Cambios inducidos por las TIC en los procesos, productos y servicios de las empresas. Los revolucionarios cambios de las TIC están modificando todos los aspectos de la actividad empresarial (aparición de nuevas tecnologías de fabricación, formas diferentes de gestionar las relaciones en la cadena de abastecimiento y acceso a mercados distantes) y creando productos y servicios totalmente nuevos (como los televisores digitales y la programación informática.
  • Emulación de los socios comerciales más avanzados. El auge de las cadenas de valor integradas mundialmente, encabezadas por empresas multinacionales, está abriendo ventajas para las empresas que se insertan sin demora en relaciones de subcontratación. Con el tiempo, dichas empresas mejoran su competitividad al disponer de nuevas tecnologías, prácticas de gestión, y destrezas técnicas y de mercadotecnia.
  • Niveles más altos fijados por los compradores extranjeros. El acceso a una información sobre mercados más reciente, la mayor flexibilidad de los procesos productivos y los diseños, y su rápida adaptación a la evolución de los mercados tienen un beneficio adicional. Es frecuente que los compradores extranjeros exijan niveles más altos en los planos técnico, medioambiental y laboral. La nueva demanda de productos más perfeccionados, personalizados y compatibles con el medio ambiente (junto al aumento de los ingresos y los cambios de gusto) plantea nuevos requerimientos a las empresas.



El CCI en la UNCTAD XI

  • Feria de Instrumentos de Competitividad del CCI –13-17 de junio. Se presentaron los instrumentos y productos destinados a mejorar la competitividad de países, sectores y empresas.
  • Mesa Redonda sobre Competitividad de las Exportaciones – 7 de junio. El CCI contribuyó en este evento.
  • Creación de Competitividad Empresarial – 17 de junio. El CCI destacó a los gobiernos, instituciones de apoyo al comercio y empresas que se empeñan en mejorar la competitividad.



Una estrategia de competitividad coherente

En la competitividad empresarial de los países en desarrollo influyen muchos factores (condiciones iniciales, historia, recursos naturales, tamaño del país, geografía y estrategia de competitividad). Entre estos, contar con una estrategia de competitividad coherente es probablemente el más decisivo. En cualquier caso, es el único sobre el que se puede influir con rapidez. La experiencia exitosa de países como China, Costa Rica, República de Corea, Malasia, Mauricio, México, Singapur, Tailandia y Túnez sugiere que hay algunas estrategias más eficaces que otras. Entre las políticas y las formas de apoyo institucional incluidas en las buenas estrategias figuran las siguientes:
  • Un entorno macroeconómico estable y predecible para las inversiones de las empresas, caracterizado por déficit presupuestarios reducidos, un firme control de la inflación y tipos de cambio reales y competitivos.
  • Un régimen de importación liberal – es decir, sin controles de importación, con pocas prohibiciones y normas de contenido local, y aranceles relativamente bajos – que favorezca la restructuración de las empresas.
  • Una estrategia de exportación dinámica, que empuje a las PYME a entrar en los mercados de exportación y suprima los derechos de aduana para las materias primas, una organización de promoción del comercio (OPC) eficaz, basada en la demanda y orientada a la prestación de servicios, y un programa exhaustivo de comercialización de las exportaciones para PYME.
  • Un régimen eficaz de vigilancia de la competencia nacional, con entrada y salida libres a nivel industrial y una fuerte autoridad reguladora encargada de perseguir las prácticas anticompetitivas.
  • Una estrategia proactiva y realista de inversiones extranjeras, que dé prioridad a unos pocos sectores y países y oficinas extranjeras de fomento, así como a la cooperación público?privada, la oferta de estímulos competitivos a la inversión y la adopción de procesos muy simplificados para la aprobación de inversiones.
  • Reglamentaciones y procedimientos simplificados que reduzcan los costos de las transacciones comerciales para las pequeñas empresas nacientes, relativos a la administración tributaria, los permisos de trabajo y las autorizaciones por las autoridades locales.
  • Inversiones sostenidas en capital humano en todos los niveles (sobre todo en educación superior, científica y técnica) y aumento de la formación en la empresa, por ejemplo, asistencia a las asociaciones sectoriales en la organización de programas de capacitación, y una campaña de información para las PYME sobre prestaciones y exenciones tributarias para capacitación.
  • Amplio apoyo en tecnología para asegurar una gestión de la calidad, mejoras de productividad, metrología y servicios técnicos para PYME (inclusive subsidios a las PYME para que obtengan la certificación ISO 9000, creen centros de productividad y comercialicen las instituciones públicas de tecnología).
  • Promoción de complejos industriales, con participación de pequeñas y grandes empresas para maximizar la cooperación y las sinergias, facilitando infrastructuras esenciales, apoyo tecnológico, financiación comercial y asistencia para comercializar exportaciones.
  • Acceso a una amplia financiación comercial con tipos de interés competitivos, una política de gestión monetaria prudente, competencia en el sector bancario, capacitación para el personal bancario en la evaluación del riesgo crediticio de las PYME y crédito para PYME en condiciones favorables.
  • Una infraestructura eficaz y con costos competitivos para el transporte aéreo y marítimo, telecomunicaciones, acceso a internet, comercio-e y electricidad.
  • Una entidad federativa público?privada, como los consejos nacionales de competitividad, que formule, administre y aplique la estrategia de competitividad empresarial.


R. Badrinath () es Director de la División de Servicios de Apoyo al Comercio del CCI. Ganeshan Wignaraja () es Investigador invitado en el Instituto de Nuevas Tecnologías de la Universidad de Naciones Unidas (Maastricht, Países Bajos). Antes fue Jefe de Competitividad y Estrategias para PYME de la empresa Maxwell Stamp PLC (Londres). Este artículo resume un documento preparado para la UNCTAD XI.

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