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Nuevos derroteros de la filantropía: Algunas fundaciones privadas están modificando el desarrollo internacional
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Forum de Comercio Internacional - No. 4/2009

En las últimas décadas una amplia gama de actores privados que va de empresas multinacionales a ONG pasaron a ser actores claves de la financiación del desarrollo junto a otros más tradicionales como las agencias oficiales de ayuda y las instituciones multilaterales. Más recientemente, se unieron a ellos cantidad de partes interesadas, incluidos empresarios sociales, ex políticos y celebridades que utilizan su proyección con fines de sensibilización y recaudación de fondos para la ayuda internacional en países en desarrollo.

Estos cambios se vieron respaldados por el reconocimiento generalizado de que mediante la inversión social empresarial, el sector privado puede contribuir al desarrollo trascendiendo su papel crucial de motor del crecimiento económico. Quizá el aspecto más destacable de ese consenso emergente de la ayuda haya sido la mayor colaboración entre sectores mediante asociaciones público-privadas (APP) impulsoras del desarrollo.

El catalizador para muchas APP fueron fundaciones filantrópicas privadas, principalmente con sede en Estados Unidos. La Fundación Rockefeller, una de las más antiguas de ese país, encabezó la incubación de la primera generación de las llamadas asociaciones de desarrollo del producto. Más recientemente, la fundación privada más grande del mundo, Bill y Melinda Gates, junto con otras como la William J. Clinton, asumieron el liderazgo en el fomento de APP a gran escala.

Fundaciones privadas y APP impulsoras del desarrollo

En la década de 1990, la modalidad de las APP impulsoras del desarrollo cobró impulso y desde entonces se convirtió en el instrumento preferido de desarrollo para formuladores de políticas en sectores tales como la salud global y la agricultura. La popularidad y la utilidad percibida de las APP pueden atribuirse a una convergencia de factores políticos y económicos.

Las agencias estatales y multilaterales de desarrollo sencillamente no tienen la capacidad, o tan siquiera la voluntad, de abordar por sí solas enrevesados problemas globales, lo que les lleva a buscar asociados que puedan ofrecer competencias y recursos suplementarios. Esto último generó una dependencia mutua entre instituciones multilaterales de recursos limitados y actores privados que también necesitan asociados para realizar proyectos. Se podría argumentar que esta clase de asociaciones no sería posible sin las fundaciones que ocupan una posición incomparable en el régimen de ayuda como instituciones intermediarias a caballo de las divisiones entre la sociedad civil y el Estado. Así pues, desempeñan un papel importante en el aporte de capital riesgo filantrópico para proyectos innovadores que los Estados no pueden financiar; además, pueden aprovechar esa posición para negociar asociaciones entre actores (a veces, adversarios).

¿Son eficaces las APP?

Las APP no están exentas de defectos. Pueden incorporarse a un espacio de desarrollo sobresaturado y causar duplicación, por ejemplo, cuando diversos financiadores multilaterales, agencias oficiales de asistencia para el desarrollo (AOD), ONG y agentes privados multiplican ofrecimientos idénticos. Esto puede agravar la situación de los sectores públicos de países en desarrollo ya sobrecargados y que deben asignar sus escasos recursos a satisfacer las demandas de un número cada vez mayor de partes interesadas. Todo ello puede fragmentar aún más la arquitectura de la ayuda y reducir su efectividad, problemas que, precisamente, la colaboración está llamada a corregir.

El auge de la ayuda privada

Las asociaciones financiadas por fundaciones privadas suscitaron un renovado interés por el papel de la filantropía privada en el desarrollo internacional. El Instituto Hudson, gabinete de expertos en mercado libre con sede en Washington, respalda en gran medida esa observación. Desde 2007 publica The Index of Global Philanthropy y en la edición de 2008 (basada en datos de 2006) destaca que tan sólo el aporte privado de Estados Unidos ascendió a $EE.UU. 34.800 millones.(1)

Aunque la AOD superó los $EE.UU. 100.000 millones en cada uno de los últimos cuatro años civiles, Homi Kharas de la Brookings Institution mostró que una vez descontados la deuda, la asistencia técnica, los costos administrativos, la ayuda alimentaria y el socorro en casos de desastre, sólo el 37 por ciento del “total de ayuda bruta” se presta mediante verdaderos proyectos y programas en el terreno. El análisis de Kharas revela que en realidad, probablemente esa cifra se acerque más a los $EE.UU. 38.000 millones, situando la ayuda privada ligeramente por debajo de los flujos totales de AOD de la OCDE que representan la parte mayoritaria de la ayuda.

De esa cifra, $EE.UU. 4.000 millones (2 por ciento del total de flujos públicos y privados) fueron aportados por fundaciones privadas; $EE.UU. 5.500 millones (3 por ciento) por empresas, $EE.UU. 12.800 millones (7 por ciento) por “organizaciones de voluntarios y privadas” (es decir, ONG); $EE.UU. 3.700 millones (2 por ciento) por centros universitarios en forma de becas, estipendios, etc. y $EE.UU. 8.800 millones (5 por ciento) por organizaciones religiosas.(2)

Nuevos derroteros de la filantropía y la asistencia al desarrollo

Los últimos años de la década de 1990 y los primeros de la actual se caracterizaron por un período en el que la “gran” filantropía empezó a asociarse con entidades del sector privado y a participar en modelos como las APP. Ahora bien, en los últimos años, la filantropía del desarrollo entró en una nueva etapa de filantropía empresarial y empresariado social.

Algunos comentaristas, como Matthew Bishop de The Economist, afirman que estamos viviendo “una nueva época dorada de la filantropía” que él y Michael Green anuncian como el comienzo de una era de “filantrocapitalismo” en la que una nueva generación de multimillonarios con una sólida formación en el mundo empresarial aplica estrategias al estilo de las grandes empresas para abordar problemas transnacionales aparentemente insolubles.(3)

En el sector del desarrollo, esa tendencia trajo aparejada la adopción de prácticas sociales de tipo empresarial que combinan visión empresarial e impacto social. La base de la pirámide (BdP) ofrece posibilidades de vincular negocios y desarrollo, a veces mediante la filantropía. Popularizado inicialmente por C.K. Prahalad y Stuart Hart, en este concepto se afirma que existe un enorme mercado, en gran medida inexplotado, entre los 4.000 millones de consumidores más pobres del mundo que subsisten con menos de $EE.UU. 2 por día.4 Este segmento suele ser ignorado por empresas multinacionales que desde siempre consideraron que esos consumidores carecen de ingresos disponibles, que su poder adquisitivo es insuficiente al verse restringido por el acceso al crédito, y que son muy lentos en adoptar la tecnología.

Esas suposiciones fueron cuestionadas por recientes intervenciones cuya finalidad es suplir la demanda insatisfecha de las comunidades pobres y, a la vez, tener un impacto social. También está aflorando numerosas empresas, algunas financiadas con capital inicial de origen filantrópico, que se proponen procurar bienes y servicios en mercados desatendidos.

Fondo Acumen, fondo de filantropía empresarial sin ánimo de lucro con sede en Nueva York, quizá sea el exponente más conocido de este enfoque (véase Capital paciente: Una tercera forma de abordar la ayuda, página 11). En lugar de apoyarse exclusivamente en subvenciones directas, busca empresarios en comunidades marginadas de zonas rurales y barrios urbanos pobres, ofreciéndoles una combinación de deuda y/o capital privado para ampliar sus empresas. La premisa básica del enfoque de Acumen es doble y dice mucho sobre la orientación de la filantropía. En primer lugar, solucionar la pobreza y enrevesados problemas de desarrollo no reside en la caridad o la ayuda convencional, sino en la empresa. En segundo lugar, esas soluciones también residen en las comunidades, por lo cual, la filantropía, como medio de abordar causa y no síntomas, debería buscar soluciones en el empresariado.

Al igual que el precedente modelo de APP, la nueva orientación de la BdP que conjuga filantropía, empresas y mercados, tal vez remodele el panorama del desarrollo ofreciendo soluciones empresariales que aborden las raíces de la pobreza.

1 Center for Global Prosperity. “The Index of Global Philanthropy 2008.” Washington DC: Hudson Institute, 2008.

2 Kharas, H. “The New Reality of Aid” en Brainard, L. y Chollet, D. (eds.) Global Development 2.0: “Can Philanthropists, the Public, and the Poor Make Poverty History?” Washington DC: Brookings Institution, 2008.

3 Bishop, M. y Green, M. Philanthrocapitalism: “How the Rich Can Save the World.” New York: Bloomsbury Press, 2008.

4 Prahalad, C.K. y Hart, S. “The Fortune at the Bottom of the Pyramid” en Strategy & Business, 26:115 (2002).


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