Tradicionalmente, las emisiones se adjudican al país productor, aunque el consumo sea en países desarrollados.
En un estudio del Instituto Carnegie se constató que los países ricos externalizan casi un 30 por ciento de las emisiones de CO2 basadas en el consumo (4 toneladas per cápita). En términos netos, Estados Unidos externaliza el 11 por ciento del total de dichas emisiones (2,5 toneladas per cápita); a su vez, Europa las externaliza principalmente a China.
En el estudio se utilizaron datos del comercio correspondientes a 2004 y se calcularon las emisiones netas “importadas” o “exportadas” por país asignando emisiones de carbono a determinados productos y fuentes.
El estudio reveló que los países desarrollados efectivamente externalizan más de un tercio de sus emisiones de gases con efecto invernadero.
Asimismo, un estudio realizado por el profesor Dieter Helm de la Universidad de Oxford en 2007 reveló que las emisiones del Reino Unido, calculadas a partir del consumo neto, acusaban un aumento del 19 por ciento entre 1990 y 2003. Las cifras oficiales indicaban una disminución del 15 por ciento entre 1990 y 2005, por lo cual, cumplían con las disposiciones del Protocolo de Kyoto. Esas cifras se basaban en la contabilización de la producción, no del consumo.
La “fuga” de carbono no es un juego de suma cero. Dado que en los países en desarrollo la infraestructura energética es menos eficiente, la externalización de emisiones produce más CO2 por unidad de electricidad generada.
Mientras se analizan diferentes políticas, el comercio del carbono contenido en los productos, que no está reglamentado, sigue aumentando y la responsabilización de esas emisiones sigue a la zaga.