Cada vez más empresas y personas compensan sus emisiones relevantes para el clima (CO2 y otras) por conducto de myclimate. El mecanismo es sencillo: todo consumo de energía relacionado con actividades económicas e individuales produce emisiones de ese tipo que se pueden calcular y compensar pagando una suma de dinero (establecida en función del volumen de las emisiones a compensar) en un proyecto compensador de carbono. Si el proyecto reduce la misma cantidad de emisiones producidas, la actividad puede calificarse de climáticamente neutral.
Los proyectos de compensación del carbono que lleva a cabo myclimate, sobre todo en países en desarrollo, están a cargo de experimentados asociados locales, ya se trate de empresas u organizaciones. En estos proyectos se sustituyen combustibles fósiles por energía renovables, o bien, se promueven tecnologías de eficiencia energética.
Los costos adicionales se pueden sufragar mediante el mecanismo de créditos de compensación. Por ejemplo, cuando se entiende reemplazar una central de carbón, una posibilidad es construir otra del mismo tipo. Si se va a construir una planta más cara, respetuosa del medio ambiente y alimentada por biomasa, los costos adicionales pueden sufragarse con la venta de las reducciones de emisiones. Los costos adicionales se dividen por las reducciones de emisiones logradas. Ese es el precio de una tonelada de reducción de CO2.
También se exige que los proyectos de compensación del carbono de myclimate contribuyan al desarrollo sostenible. La meta es lograr la sostenibilidad ambiental, económica y social. Los efectos positivos abarcan: reducción de la contaminación del aire y el agua; mejora de la calidad de vida; transferencia de conocimientos y tecnologías, y creación de empleo. Hoy en día, Gold Standard es la etiqueta más estricta en lo que respecta a la medición de la sostenibilidad de los proyectos de compensación del carbono.
Por ejemplo, en un proyecto de myclimate en Perú se entiende mejorar las condiciones de vida mediante la difusión de eficientes cocinas con chimenea, fabricadas con materiales locales.
El Programa Qori Q’oncha es coordinado por Microsol, empresa social, y participan organizaciones locales. Esa difusión fue la mejor alternativa para el desarrollo ambiental y social. El uso de estas cocinas reduce la demanda de leña, con la consiguiente reducción de emisiones de CO2, protege los bosques y acorta el tiempo dedicado a juntar leña.
Las chimeneas liberan el humo de las viviendas, con lo cual, principalmente las mujeres y los niños están menos expuestos a enfermedades respiratorias. Además de instruirles en la construcción y el uso de las cocinas, a instituciones y vecinos del lugar se les imparten nociones de tecnología, salud y medio ambiente, lo que garantiza el éxito del proyecto a largo plazo.