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Doha, ¿Qué hacer ahora?
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© Centro de Comercio Internacional, Forum de Comercio Internacional - No. 3/2006

Patricia Francis durante su alocución en la reunión del Foro Ejecutivo del CCI, celebrada en Berlín, en septiembre de 2006.
© Event Fotografen/R. Hausmann

La comunidad empresarial debe mostrar el poder de la asociación para que se cumpla la promesa de Doha. A las empresas de los países en desarrollo les interesa mantener la comunicación y dar a conocer sus ideas a los negociadores gubernamentales y la opinión pública.

La suspensión de las negociaciones comerciales del Programa de Doha para el Desarrollo suscitó diversas reacciones, pues ese estancamiento refleja tanto la promesa como los peligros de la globalización.

Las empresas de los países en desarrollo son las principales interesadas del resultado de esas negociaciones, pero la voz empresarial debe hacerse oír más. Sin su aporte, los negociadores comerciales no pueden ser efectivos.

Las dos caras de la moneda

La globalización se tradujo por un aumento significativo del comercio internacional que, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), pasó de US$ 2.300 millones en 1980 a US$ 12.600 millones en 2005.

La OMC fue una importante fuerza motriz de ese proceso. Gracias a reglas comerciales más abiertas, las empresas sacaron partido de los mercados y los progresos tecnológicos, y descubrieron nuevas oportunidades de negocio. Estas empresas comercian entre las fronteras como nunca antes, lo que supone un aumento creciente de la parte de beneficios para los países en desarrollo.

De hecho, en un reciente informe sobre la economía mundial, publicado en la revista The Economist, se subraya que las economías emergentes producen 43% de las exportaciones mundiales y compran la mitad del total de exportaciones de América, Japón y la zona del euro en su conjunto. Es más, el año pasado contabilizaron más de la mitad del rendimiento económico global (en términos de paridad de poder adquisitivo) y más de la mitad del crecimiento de la producción global. Además, manejan 70% de las reservas de divisas mundiales.

Aun así, persiste el malestar entre quienes quedan fuera; los 50 países más pobres no sacaron partido alguno del crecimiento del comercio mundial. La globalización tuvo un costo social. A pesar de su éxito, el reto para la globalización siguen siendo las desigualdades cada vez mayores entre ricos y pobres, tal como revelaron los enfrentamientos y el estancamiento político respecto al Programa de Doha para el Desarrollo.

El espíritu de dicho Programa era contribuir a los esfuerzos de los gobiernos para mitigar la pobreza en sus países mediante oportunidades de creación de riqueza, reales y sostenibles. A los países pobres les preocupa mucho el deterioro del sistema de preferencias y los términos de intercambio de mercancías en general, al igual que el acceso al mercado de determinados productos como el algodón. Además de su inquietud en cuanto a la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de su gente, también manifiestan sus posiciones en lo que respecta a los servicios y apoyo al comercio. Esas preocupaciones implican que se sienten incapaces de materializar los compromisos dimanantes de estos acuerdos.

¿Dónde está la voz empresarial?

En parte, esta situación se planteó porque los gobiernos no confían suficientemente en el proceso de abordar los verdaderos problemas de transformar los sectores empresariales sin que haya dislocaciones sociales importantes. Más allá de la situación, los países deben preparar sus economías y los gobiernos armarse de la información necesaria para negociar términos que permitan que sus empresas puedan competir en el plano internacional.

La eficiencia exige que los negociadores comerciales de los gobiernos escuchen al sector empresarial, pues sin ese aporte no pueden ser efectivos. Sin los aportes de las empresas, los gobiernos no están en posición de establecer listas de solicitudes ni pueden responder con fundamento a las presentadas por otros gobiernos. Si los exportadores no les indican las barreras no arancelarias que existen en mercados importantes, ¿cómo pueden plantearse los negociadores lograr que se resuelvan estas cuestiones en el contexto de cualquier negociación?

Cada vez hay mayor consenso acerca de que una proliferación de acuerdos comerciales regionales y bilaterales complicaría la manera de hacer negocios y, por lo tanto, es preciso reanudar la Ronda de Doha. El CCI lleva tiempo promoviendo la defensa de la causa empresarial en los países en desarrollo y continuamos dedicados a capacitar a los dirigentes empresariales para que desempeñen un papel activo de movilización junto con sus gobiernos a la hora de modelar el nuevo entorno del comercio internacional.

Ningún país suplió las necesidades materiales de sus ciudadanos ni llevó a cabo programas sociales y sostenibles sin un sector privado dinámico que movilizara el ahorro y la inversión, creara puestos de trabajo apropiados, satisficiera la demanda del consumidor, generara exportaciones y contribuyera a los ingresos tributarios. Cuando Pascal Lamy, Director General de la OMC, dice que las negociaciones comerciales están en crisis, los países miembros deberían preocuparse por los intereses que representan el proceso de desarrollo: el sector privado. Después de todo, son las empresas que comercian, no los gobiernos, que están allí para cumplir una función facilitadora.

Capacitar para competir

Nuestra labor consiste en facilitar contactos entre dirigentes empresariales y gubernamentales sobre cuestiones relativas al acceso a mercados; colaborar con países africanos a fin de desarrollar mercados alternativos para el algodón, y ayudar a los países a perfeccionar sus competencias para explotar nuevas oportunidades y diversificar sus economías.

En un artículo publicado recientemente en Financial Times del Reino Unido se señala el valor de la diversificación. Infosys –empresa india, fundada hace sólo 25 años por seis personas– superó el listón de US$ 2.000 millones de ingresos el año pasado. El presidente saliente, como regalo de despedida, ofreció una prima de US$ 27 millones a sus 55.000 empleados. ¿Cuándo pudimos hacer algo parecido en alguno de nuestros sectores de productos básicos?

La diversificación y la elaboración marcan el camino del futuro. El acceso a los mercados es una parte de la solución, la otra es capacitar para competir en los mercados mundiales. Aunque las negociaciones de Doha están en punto muerto, persiste un amplio consenso en cuanto a la necesidad de ayudar a los países en desarrollo a mejorar su capacidad de abastecer los mercados internacionales mediante la ayuda para el comercio. También en este caso, la voz y la participación empresariales son importantes, ya que esa ayuda no puede ser eficaz sin el aporte de la comunidad empresarial.

Que la comunidad empresarial muestre el poder de la asociación en esta coyuntura crucial del Programa de Doha para el Desarrollo y siga trabajando con los gobiernos para que la promesa de desarrollo de Doha se cumpla.


Patricia Francis, Directora Ejecutiva del Centro de Comercio Internacional.


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