La reducción gradual de las barreras arancelarias trajo aparejado un aumento de barreras no arancelarias tales como las regulaciones técnicas y las medidas sanitarias y fitosanitarias que imponen los gobiernos para proteger la salud y seguridad de sus ciudadanos, así como el medio ambiente.
Además, la proliferación de normas voluntarias y privadas sobre cuestiones ambientales y sociales, establecidas por órganos normativos de ámbito regional e internacional, minoristas y consorcios también redundó en complejos retos para los exportadores. Las preocupaciones de carácter ambiental y social dieron lugar a normas sobre la huella del carbono y sistemas de gestión ambiental, responsabilidad social, normas del trabajo, seguridad alimentaria y específicos requisitos sectoriales.
La mayor ‘consciencia del consumidor’ en los mercados desarrollados y la consiguiente demanda de bienes producidos ética y ecológicamente, así como de productos ‘verdes’ y orgánicos también generó un aumento de la demanda de los consumidores de productos que cumplan con normas voluntarias y muestren su conformidad mediante marcas de certificación.
Los exportadores necesitan apoyo de la respectiva infraestructura nacional de calidad para cumplir con los requisitos técnicos, obligatorios y voluntarios que son cada vez más estrictos y no cesan de cambiar. Desgraciadamente, en muchos países en desarrollo, la infraestructura de la calidad suele ser inadecuada y no responde a las necesidades de los exportadores. Aun así, éstos son reticentes a trabajar con proveedores de servicios del extranjero a raíz de los altos costos y las dificultades administrativas.
Establecer una infraestructura de la calidad es complejo, oneroso e insume tiempo, pero es un elemento crucial de la competitividad de las exportaciones. Dado que crearla requiere mucha inversión, convendría considerar enfoques regionales. También reviste vital importancia contar con la participación del sector privado. Una asociación de concertación público-privada puede ser muy útil para establecer la infraestructura de la calidad requerida.
Adoptar un enfoque proactivo respecto a las normas, participando e influyendo en la elaboración de aquellas relativas a productos que son de interés nacional en términos de exportación y tener en cuenta las necesidades concretas de los exportadores permitirá que éstos estén en mejor posición de responder a las demandas de los mercados internacionales. Es imperativo que los países en desarrollo cumplan y asuman la responsabilidad de ser elaboradores de normas para productos de interés exportador.
En aquellos países que todavía no instalaron la necesaria infraestructura de la calidad para ayudar a sus exportadores a cumplir con los requisitos del mercado, el camino hacia sistemas efectivos está bien trazado por la abundancia de buenos ejemplos anteriores que se pueden seguir y las oportunidades de influir en las normas. Esto último subraya la necesidad de que los países compartan información y cotejen el respectivo desempeño.
Tal como lo demuestran numerosos ejemplos citados en este número, si bien hay múltiples dificultades que superar para cumplir con los requisitos internacionales, obligatorios o voluntarios, productores y exportadores tienen mucho que ganar. Los beneficios van del mejor acceso a los mercados globales y al crédito a mejores procesos agrícolas y productivos. Ahora bien, es crucial que exportadores y productores comprendan las oportunidades y los riesgos que conlleva cumplir con las normas internacionales
Patricia Francis