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Doha: El fruto al alcance de la mano
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© Centro de Comercio Internacional, Forum de Comercio Internacional - No. 3/2006

© OCDE/D. Mordzinski

Llevar a buen puerto las negociaciones de la Ronda de Doha es el medio más simple para impulsar la economía mundial y beneficiar a los países en desarrollo. Pero eso corresponderá a dirigentes audaces e inspirados de países desarrollados y países en desarrollo.

Estoy en contacto con líderes y funcionarios de los países más desarrollados y de países en desarrollo. En julio, cuando fracasó la ronda de negociaciones sobre el Programa de Doha para el Desarrollo, me sorprendió la gran diferencia que había entre lo que dicen esos representantes cuando se reúnen en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), en París, y las posiciones que toman en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Ginebra.

Oportunidad de avanzar

El Programa de Doha para el Desarrollo ofrece la oportunidad de equilibrar las reglas comerciales en favor de los países en desarrollo, al tiempo que ofrece un impulso a la economía mundial. En gran medida, según se informó, las negociaciones de Doha fracasaron por los desacuerdos en materia agrícola, pero es evidente que no era el único punto de controversia. En realidad, algunos países ricos no estaban dispuestos a aceptar más recortes a los aranceles y subsidios nacionales a los productos agrícolas que distorsionan los intercambios comerciales. Por su parte, los países de economías emergentes ofrecieron –lo que a juicio de algunos– eran tan sólo mejoras modestas con relación al acceso al mercado de bienes y servicios.

El estancamiento actual perjudica a todos los países, pero los más pobres son los que más sufrirán. La OCDE estimó en casi US$ 100.000 millones las ganancias que podrían obtenerse mediante la plena liberalización de bienes industriales y agrícolas. Estas son resultado del aumento de la actividad económica y, por ende, de la prosperidad, Los beneficios de la liberalización del comercio de servicios –el sector de crecimiento más rápido de la economía mundial– podría ser cinco veces mayor y cifrarse en US$ 500.000 millones, aproximadamente. Un acuerdo de Doha para facilitar el comercio, que suprimiera barreras de procedimiento, podría contribuir con otros US$ 100.000 millones, como mínimo. Se pronostica que los países en desarrollo obtendrían hasta dos tercios de esas ganancias.

El fracaso de Doha significa la pérdida de esos beneficios. Más aún, se corre el riesgo de que socave el sistema multilateral de comercio y desate una ola de proteccionismo difícil de frenar para los políticos razonables.

Apoyo a los países más débiles

En los últimos 50 años, el comercio ha sido un potente motor del crecimiento y ha contribuido a que millones de personas salgan de la pobreza. No obstante, a corto plazo, la liberalización del comercio tiene su precio, ya que algunos países y trabajadores tienen que enfrentar los altos costos del ajuste. Una apertura de mercados, apoyada por políticas que faciliten el cambio, es crucial para garantizar que quienes sufren pérdidas a corto plazo también puedan sacar partido de la globalización.

En ese aspecto, el sistema multilateral de comercio desempeña una función vital, al defender y promover los intereses de todas las naciones que realizan intercambios mercantiles. En virtud de los principios de trato nacional y no discriminación, la OMC ofrece un foro de negociación y, por el recurso a la reclamación en casos de violación de los acuerdos, encarna un sistema basado en normas que contribuyen a que el comercio internacional impulse el crecimiento y el desarrollo.

La alternativa a un acuerdo de Doha es sombría. Existe el riesgo de que la OMC proceda por litigio en lugar de regulación y que la solución de controversias sustituya la labor normativa. Las actuales distorsiones del comercio y la actividad económica podrían enraizarse, en cuyo caso, a los países en desarrollo les resultaría cada vez más difícil competir en condiciones equitativas en los mercados mundiales. Además, proliferarían los tratados comerciales de carácter bilateral y regional. Sin la disciplina que impone un vigoroso sistema multilateral de comercio, aumentarían las probabilidades de que dichos tratados causen tensiones e ineficiencias, no sólo por la desviación del comercio y la inversión, sino también por la proliferación de normas de origen y de productos que incrementarían los costos para las empresas. De hecho, frente al estancamiento de Doha, ya se han hecho propuestas para un tratado de libre comercio del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

Entonces, ¿cómo avanzamos? ¿Qué hacer para evitar el fracaso?

La agricultura representa una pequeña parte de las economías de los países desarrollados, pero en términos políticos, es un sector muy sensible. Es hora que los países desarrollados tomen la iniciativa y empiecen a aplicar las recomendaciones que nacen de sus propios debates en la OCDE. Nuestro análisis muestra que los aranceles agrícolas y los mecanismos de apoyo de precios son ineficaces para apuntalar los ingresos de las familias de agricultores y, a la vez, proteger el medio ambiente y velar por la salud de las economías rurales. La sensibilidad política no debería traducirse en políticas económicas irracionales.

Combinar las negociaciones comerciales con las reformas nacionales que hacen falta y una efectiva asistencia para el desarrollo facilitaría una mayor reducción de aranceles y subsidios, lo que cerraría la brecha que surgió en julio entre las posiciones de los negociadores de Doha. Una vez zanjadas las diferencias sobre la agricultura, podrán avanzar las negociaciones en otras esferas donde existe la posibilidad de cosechar los mayores beneficios que ofrece un comercio más abierto y respecto a las cuales, los países en desarrollo más avanzados deberían estar dispuestos a seguir adelante con las mejoras relativas al acceso al mercado.

Una perspectiva más amplia

En los países desarrollados como en los países en desarrollo más avanzados, corresponde a los políticos persuadir a los electores de las ventajas de Doha. Paralelamente, es preciso garantizar apoyo en otros campos a los países menos adelantados, por ejemplo, mediante una asistencia para el desarrollo que les ayude a racionalizar los servicios de aduana y a construir los puertos y demás infraestructuras necesarias para exportar sus productos.

Los líderes progresistas deben tener una visión más amplia del asunto y percatarse de que está en juego la capacidad de la humanidad de forjar un mundo mejor. Enfrentamos desafíos mundiales de gran envergadura, entre ellos: las guerras; los enormes desequilibrios financieros; los altos precios de la energía; el proteccionismo de las inversiones; la propagación de enfermedades infecciosas y el envejecimiento de la población. Además, disturbios políticos, pobreza y conflictos sociales atenazan a muchos países.

En un mundo tan complejo –frente a esos retos, aparentemente, insolubles– el Programa de Doha para el Desarrollo supone una solución al alcance de la mano para la arquitectura mundial multilateral y también el seguro menos costoso contra un resurgimiento del proteccionismo y las guerras comerciales. Llevando a buen puerto las negociaciones de la ronda de Doha podremos dar un impulso a la economía mundial y contribuir a una distribución más equitativa de la riqueza. 



Intereses compartidos: Forum de Comercio y OECD Observer

 
Gracias a los enlaces de larga data entre las versiones en línea, el lector puede utilizar Forum de Comercio para ver los titulares del OECD Observer y viceversa.  

 

Ángel Gurría es el Secretario General de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos. Este artículo se basa en la versión original en inglés, Doha: the low hanging fruit, que se publicó en la versión en línea del OECD Observer (http://www.oecdobserver.org) del mes de agosto y en el No. 257 de la versión impresa del mes de octubre. © OCDE 2006. La calidad de la traducción en español y su coherencia con el texto original es responsabilidad del CCI.


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