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El multilateralismo favorece a las empresas
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© Centro de Comercio Internacional, Forum de Comercio Internacional - No. 1/2006

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El sistema multilateral de comercio es el medio más seguro de establecer sistemas globales de producción que beneficien a más países y empresas.

Ahora que la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio celebrada en Hong Kong, China, quedó atrás, conviene recordar por qué los acuerdos comerciales multilaterales responden a los intereses del sistema mundial de producción de una forma que escapa al sistema alternativo de acuerdos bilaterales fragmentados.

En los seis últimos años fuimos testigos de la discordia en Seattle y Cancún, así como de lo que parece ser una discrepancia cada vez mayor entre países desarrollados y países en desarrollo. Mientras tanto, el número de acuerdos comerciales bilaterales aumentó. Quiero dar mi opinión de empresario sobre lo que está en juego y explicar por qué los negociadores de la OMC deberían hacer cuanto esté a su alcance para ponerse de acuerdo.

Normas mundiales para una producción mundial

Hoy, la industria manufacturera se ha transformado radicalmente. En otros tiempos, el proceso de fabricación de un producto se situaba forzosamente en un “lugar”. Actualmente, “fabricar” tiene un significado totalmente distinto. Los productos ya no se procesan en una fábrica y en un único local. Cada vez más, la producción se reparte entre varias fábricas de distintos países, es decir, se globaliza. La tecnología de la información y la logística permiten desglosar los procesos de agregación de valor en sus diferentes componentes; en cada etapa del proceso intervienen diversas fábricas, localidades y países en función de sus ventajas competitivas.

En los sistemas de producción modernos hay que facilitar la circulación transfronteriza de artículos con arreglo a una única normativa comercial.

Veamos un ejemplo. Mi empresa, el Grupo Li & Fung, por medio de su filial de comercio de exportación, abastece bienes de consumo, en grandes cantidades y plazos de entrega muy estrictos, a clientes de los principales mercados del mundo. Si recibimos un pedido de 10.000 camisas de un minorista de Estados Unidos, analizaremos la cadena de abastecimiento en función de las distintas etapas de fabricación y elegiremos los lugares más adecuados según criterios objetivos.

Comenzaremos por buscar el mejor lugar de producción de hilo, por ejemplo, la República de Corea, y allí, la fábrica más apropiada. En cuanto al teñido y tejido de las telas, nuestra opción podría ser China, según las necesidades, plazos, capacidad y exigencias tecnológicas del cliente. Por ende, si el plazo de entrega es muy corto, el hilo será despachado de Corea a dos fábricas de China. Luego, determinaremos cuál es el mejor lugar para confeccionar las camisas, último proceso de la cadena de agregación de valor. Los artículos que se entreguen al minorista parecerán fabricados en un solo país y no en seis.

Evitar el “plato de espaguetis”

Imaginemos ahora una situación similar, salvo que esta vez el gestor de la cadena de abastecimiento no deberá acatar una única normativa multilateral, sino una multitud de acuerdos comerciales bilaterales entre diferentes países, cada uno con distintos requisitos y disposiciones. En particular, serán decisivas las “normas de origen”, que definen el lugar de fabricación de un producto y el tipo de acceso a los mercados que tendrá. Cada nuevo acuerdo bilateral introduce nuevas consideraciones sobre las normas de origen, cuya multiplicación da lugar al fenómeno que los expertos comerciales llaman “efecto de plato de espaguetis”. Desentrañar su complejidad es difícil para las grandes empresas, pero para las pequeñas resulta imposible.

Supongamos que un “País A” y un “País B” firman un acuerdo bilateral en virtud del cual para entrar libres de impuestos en el País B, determinados bienes deberán tener como país de origen el País A. Retomando el ejemplo del pedido de las 10.000 camisas, este tipo de bilateralismo está empezando a distorsionar los flujos comerciales porque crea barreras y fricciones, reduce la flexibilidad, aumenta los precios y coarta la capacidad de las empresas para incorporar a nuevos países al sistema de producción mundial.

Desde un punto de vista empresarial, la organización de la cadena de abastecimiento no debería plantearse en términos de cómo obtener un trato favorable por lo que se refiere a las normas de origen. Más bien, habría que preguntarse: “¿Cuál es la mejor manera de crear tal producto?” La respuesta es: fabricándolo de la forma más económica para el consumidor final.

La fabricación descentralizada es la solución del futuro. El sistema multilateral es vital por su eficiencia, ya que las empresas sólo tienen que comprender un conjunto de normas bien definidas y de aplicación universal. Este sistema favorece a los consumidores de todo el mundo en términos de mejor calidad, mayor diversidad y precios más bajos. Además, permite que un mayor número de lugares de producción de todo el mundo participen en función de sus competencias y mejoren sus ventajas competitivas.

Más oportunidades para más operadores

Gracias a la fabricación descentralizada, los países desarrollados pueden focalizarse en lo que hacen mejor: diseño, imagen de marca, comprensión de las necesidades de los consumidores y otras actividades especializadas, basadas en conocimientos. Pero los que más pueden ganar son los países en desarrollo, a medida que sus pequeñas y medianas empresas se van integrando en la cadena de abastecimiento internacional. Tal integración en un entorno de comercio internacional antes inaccesible, ahora es posible gracias a que estas empresas pueden concentrarse en las actividades fundamentales, fuente de sus ventajas competitivas, y no tienen que ocuparse de materias que escapan a sus competencias, como el diseño, la comercialización, etc. Las ventajas comparativas y el libre comercio facilitan la participación de toda empresa de cualquier país.

La eficiencia del actual sistema mundial de producción descentralizada depende de las soluciones multilaterales que el Programa de Doha para el Desarrollo propone a cuestiones como el acceso a los mercados, las barreras arancelarias y la facilitación del comercio. La actual proliferación de acuerdos bilaterales no es una alternativa ni un complemento del verdadero multilateralismo. Los acuerdos bilaterales, que se multiplican, no se condensan en un sistema multilateral coherente. Más bien, plantean más dificultades a la creación de valor por las empresas y de empleos por las economías.

Sólo el sistema multilateral preconizado por las negociaciones de Doha permite que cualquier lugar de producción del mundo contribuya en función de sus competencias, capacidades y ventajas competitivas, y abre las puertas a las pequeñas y medianas empresas del mundo en desarrollo. El multilateralismo democratiza la economía mundial, ofreciendo un lugar a cada uno.


Victor K. Fung preside el Grupo Li & Fung, exportador mundial de productos de consumo con sede en Hong Kong, China. Este artículo se basa en comentarios hechos durante el Diálogo de Alto Nivel Gobierno–Empresa sobre el Desarrollo, organizado por la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico, Macao, China, octubre de 2005.


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