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Uso y protección forestales en comunidades de Mozambique
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© Centro de Comercio Internacional, Forum de Comercio Internacional - No. 3/2006

En la cooperativa también se fabrican estas elegantes pulseras de madera.
© CCI/M. Stefanovic

Mozambique ha ido abandonando árboles a manos de los pobres que viven a duras penas gracias a este valioso recurso natural. Actualmente, algunos fabrican elegantes pulseras de madera para el mercado mundial, pero conservan sus preciados bosques.

En su lucha por la supervivencia cotidiana, la gente suele ignorar la importancia de la sostenibilidad ambiental para el futuro crecimiento económico. Tal era el caso en la Provincia de Sofala, Mozambique, que forma parte de un mosaico de bosques que se extiende por 12 países y alberga algunas de las maderas nobles más bellas y raras del mundo.

Más de 200.000 mozambiqueños dependen de los ingresos generados por el sector forestal, cifra que aumenta considerablemente si se incluye a quienes dependen de la leña y el carbón vegetal. Aun así, según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2004 el país perdió 16.724 m3 de madera sólo para combustible.

En la ciudad de Dondo, integrantes de una pequeña co-operativa de torneros en madera fabricaban productos que no correspondían a las exigencias del mercado. Además, se dirigían a un mercado de turismo que ya no existía y a un mercado local tan pobre como ellos.

No obstante, tienen la suerte de vivir en un sistema boscoso tropical, seco, donde crecen lentamente árboles que dan una madera de calidad incomparable y rica variedad de colores que van del borgoña oscuro al ébano.


Las plántulas del vivero se utilizarán para reemplazar los árboles talados.
© V. Gallante

De la penuria a las pasarelas de París

En la actualidad, ésta y otras cooperativas fabrican pulseras artesanales de alta calidad que causan sensación en el pináculo del mercado de accesorios de moda. El innovador diseño de formas arquitectónicas es suficientemente llamativo para las pasarelas, suficientemente moderno para las revistas y suficientemente cómodo para el cliente.

El proyecto piloto patrocinado por el CCI para fomentar las exportaciones en el sector de la madera contribuyó a ese cambio. El CCI puso en marcha el proyecto en 2004, apoyándose en la labor del consultor y diseñador Allan Schwarz. En 2000, este empresario social fue elegido Socio Ashoka por su labor con las comunidades forestales para ayudarles a sacar más beneficio de su entorno y conservarlo para futuras generaciones. Schwarz creó la Iniciativa de Sofala, alianza entre una empresa privada con sede en el Centro Forestal de Mezimbite que produce los mejores muebles y accesorios de la gama, una cooperativa de artesanos de la madera de Dondo, al norte de Beira, y la comunidad n’Hatanga.

“Habíamos empezado a fabricar pulseras y otros productos antes de la intervención del CCI, pero no teníamos mucha capacidad de producción ni de comercialización”, explica Schwarz. El CCI proporcionó asistencia técnica en cuestiones prácticas tales como la adaptación del producto a los diversos mercados, la garantía de calidad, la comercialización y la distribución.

“Con el apoyo del CCI, capacitamos a mucha gente en producción y protección de la base de recursos.”

La belleza de las pulseras, así como sus propiedades éticas y de sosteniblidad, abrieron las puertas del circuito convencional y de los mercados “verdes” y éticos. Tuvieron un gran éxito en la Feria de Moda Ética de 2005 durante la Semana de la Moda de París y ya se están exportando a Sudáfrica por conducto de un agente mayorista y una red de minoristas. Un agente europeo las distribuye en Bélgica, Francia, Grecia, Italia y el Reino Unido. Hay distribuidores que operan en el Caribe francés y Estados Unidos. El interés es enorme, sobre todo, en Nueva York.

Se avecina una nueva temporada de la moda y se espera que las ventas aumenten considerablemente y que la nueva clientela de Nueva York compre más de 1.000 piezas al mes.

Se dispone de una reserva de 2.000 pulseras para atender pedidos a medida que llegan. Las ventas son estacionales, pero ascienden a una media de 300 piezas por mes. El nivel sostenible de producción –unas 3.000 a 4.000 pulseras por mes– está limitado por la tasa de crecimiento y el inventario de los árboles.


Allan Schwarz habla de nuevas técnicas con un trabajador.
© V. Gallante

“Reemplaza lo que te lleves...”

Desde hace mucho tiempo, A. Schwarz considera que el ambientalismo y el desarrollo económico sostenible son “dos caras de la misma moneda”. Su consigna es “reemplaza lo que te lleves” y todo el mundo saldrá ganando.

En el marco del proyecto se capacitó a un pequeño grupo de trabajadores para que supieran identificar y medir árboles y plantas del bosque e indicar su ubicación para luego hacer un inventario y calcular el rendimiento sostenible de cada especie.

Entonces, se estableció un plan con la comunidad para talar por debajo de la cantidad permitida por la naturaleza para un solo año y volver a plantar. Esto supuso crear otro programa, construir y equipar un vivero, formar personal para el mismo y conseguir que los lugareños participaran en la recolección de semillas.

Es necesario cortar unos 180 árboles por año, pero la capacidad del vivero ha ido en aumento y, actualmente, contiene más de 2.500 plántulas. Dado que en el vivero había un exceso de capacidad, se plantaron árboles frutales y hortalizas y se inicio una demostración piloto de agricultura permanente, que proporciona alimentos a todos los participantes.

Perfeccionamiento

Casi el 80% de quienes cortan madera y replantan en el marco del proyecto, antes se dedicaba a fabricar carbón vegetal, actividad perniciosa que provoca enfermedades crónicas, emite toneladas de carbón a la atmósfera y causa estragos en los bosques. Hoy son leñadores y horticultores.

A fin de mejorar los ingresos y reducir el volumen de materia prima transportada, se capacitó y equipó a los leñadores para que prepararan la madera en tornos mecánicos y que los torneros puedan concentrarse en su labor artesanal. De ahí que la cadena de producción sea más eficaz y que los ingresos de los leñadores hayan aumentado más de un tercio. También se perfeccionaron las competencias de los 19 artesanos que había, se incorporaron otros 12 y se capacitó a los mejores torneros para que hagan controles de calidad.

Actualmente, los ingresos ascienden a unos US$ 100 por mes y el mejor tornero gana unos US$ 300. En término medio, los salarios de la Iniciativa de Sofala aumentaron 14 veces respecto a los del resto de la población del país que subsiste a duras penas con un ingreso medio de US$ 250 por año.

Tras el éxito de la experiencia piloto, el proyecto se amplió a otros seis colectivos comunitarios, lo que generó más empleo y el número de beneficiarios directos pasó de 25 a más de 50, ya que las instalaciones de producción se extendieron a la cooperativa urbana Kanimambo de Manga y a otra comunidad forestal de Mosca do Sonho. En todas las cooperativas se consolidó la formación empresarial y se racionalizó el control de existencias.

La formación en silvicultura agrícola también está generando empleo e ingresos para las comunidades forestales. Una vez terminado el proyecto piloto, se estima que el número de beneficiarios indirectos de dichos empleos e ingresos ascenderá a 500. Los resultados ya son palpables.

“Ahora existe una relación cultural de concesiones mutuas con el bosque. Las cifras hablan por sí mismas, pero además, hay menos desnutrición y enfermedades, a excepción del VIH/SIDA”, afirma A. Schwarz.

El enfoque holístico es la clave

En 2002, con una subvención de Irlanda, el CCI trabajó con el Gobierno de Mozambique por conducto del Instituto de Promoción de Exportaciones (IPEX) para reforzar la capacidad de este último en el diseño de una estrategia para el sector que contribuyera a aumentar las exportaciones de productos de madera procesados. El Gobierno, que había hecho del sector maderero una prioridad, adhirió a la estrategia que se completó con un análisis de impacto ambiental, financiado por el CCI.

Así nació el proyecto piloto de dos años en 2004, cuyo eje estratégico era añadir valor a las exportaciones de madera. El CCI y los asociados de la Iniciativa de Sofala lo llevaron a cabo en el terreno.

La falta de formación empresarial no fue el único obstáculo con el que se tropezó para aumentar las exportaciones. A causa del VIH/SIDA, la Iniciativa de Sofala perdió 11 de las 56 personas que había capacitado. Para abordar el problema, el proyecto colaboró con International Training for Orphans and their Survival (TIOS), organización sin ánimo de lucro, a fin de impartir cursos sobre prevención, transmisión, tratamiento y atención a domicilio del VIH/SIDA en las comunidades y abastecer de anticonceptivos y complementos dietéticos a los habitantes de los bosques para reforzar su sistema inmunitario.

P. Sennequier afirma que este enfoque holístico es esencial para apoyar comunidades más independientes. También destaca el elemento de conservación del proyecto así como los servicios que se prestan y mantiene que eso es fundamental para cimentar comunidades más sanas y ricas, pues sienta las bases de la sostenibilidad.

“El proyecto encendió una chispa en el corazón de las comunidades mozambiqueñas, conduciéndolas por el camino de la autosuficiencia. El CCI sirvió de puente entre los sectores público y privado y las comunidades, propiciando un diálogo eficaz. Además, creó vínculos entre Mozambique e importantes mercados de exportación”, concluye P. Sennequier.

Ampliación a otras comunidades

Este proyecto demuestra que la riqueza sostenible está al alcance de las comunidades pobres, cuando en el ámbito local se realizan actividades destinadas a transformar materias primas en productos acabados y de exportación. El proyecto tiene una gran proyección de futuro. El éxito de la estrategia y el modelo de exportación para el sector de la madera es esperanzador y podría ampliarse a otras comunidades y asociaciones.

Unos 40 colectivos comunitarios de la Provincia de Zambezia y más de 50 de Cabo Delgado están interesados en incorporarse a la Iniciativa de Sofala. Un estudio de las bases de recursos de madera en Mozambique confirma que el proyecto podría llevarse a cabo con éxito en otros 200 colectivos comunitarios.

“El proyecto es un modelo que podría repetirse en otros sectores prioritarios. La idea de contar con comunidades pobres para aumentar la cadena de valor de las exportaciones da resultado. De la experiencia piloto fluyeron actividades que nutren un programa regional de apoyo al sector de la madera”, señala P. Sennequier.

El Gobierno creó el grupo GES Madeira, encargado de supervisar la estrategia, y busca socios para contribuir a iniciar el programa regional de apoyo. El CCI desarrolla otros proyectos madereros en la región, junto con asociados internacionales, entre ellos, Canadá, mediante el Programa de fortalecimiento de la capacidad africana para el comercio.



La confianza es un valioso activo


Un factor determinante del éxito de este proyecto piloto del CCI fue la posibilidad de trabajar con Allan Schwarz, consultor y director del proyecto, que se había granjeado la confianza de los lugareños por su empeño y entusiasmo. Empresario social de larga trayectoria en este campo consiguió elevar al máximo el impacto del apoyo del CCI.

Este último contribuyó a reforzar el vínculo entre Schwarz y la comunidad ayudándoles a organizarse. El respaldo en el terreno abarcó financiación de equipos, formación y aporte de experiencia en comercialización.

La confianza es uno de los activos más valiosos. Aunque sea difícil de conquistarla y fácil de perder se trata de un elemento crucial del capital social. El grado de confianza de esta sociedad mixta fue la fuerza motriz del proyecto. Con la participación de otros socios –entre ellos, el Gobierno y organizaciones no gubernamentales– el proyecto es un éxito y podrá repetirse en otras comunidades.


Para más detalles, diríjase a Patricia Sennequier, Asesora de Promoción Comercial del CCI:


Dianna Rienstra, Redactora adjunta de Forum de Comercio, escribió este artículo con aportes de Monica Yesudian, Patricia Sennequier y Prema de Sousa del CCI.


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